Publicado en "Acercar a la Gente" Nº 19 del 15/09/2000
En este tiempo de
continuos e importantes cambios hay valores espirituales que son
indispensables rescatar y mantener vigentes. Y en esa tarea nos
encontramos muchas veces deseosos de ver ejemplos en los que reflejarnos
para mejorar nuestro existir y que nos sirva para irradiar aquella
honradez, abnegación, generosidad y bondad que solemos reclamarle a los
demás y que pareciera escasear en nuestra sociedad actual.
En este mes, en el que se festeja el día del maestro, es verdaderamente importante que conozcamos algunos aspectos de la vida de una docente de nuestra localidad que nos pueden servir de guía para lo que buscamos.
Se trata de Blanca Clotilde Marín de Vázquez, quien, por su humildad y modestia, tal vez no comparta la idea de publicar esta nota como, por los mismos motivos, no ha querido un reportaje directo ni tampoco la publicación de fotografías.
Al comenzar el año 2000 fue merecidamente distinguida como "Maestra del Siglo" por las autoridades locales. Ella, mediante una nota, hizo partícipe de este homenaje a todos los maestros que en este siglo pasaron por la localidad y a los que actualmente desempeñan esta profesión.
Este espacio no solo pretende resaltar su personalidad sino además transmitir respeto y admiración a todas aquellas personas que ejercieron y ejercen la docencia con verdadera vocación.
La "Señora Blanca" -como la llaman sus alumnos- nació en
El Socorro, provincia de Buenos Aires. Su madre era argentina, de
descendencia catalana y su padre nacido en Madrid. Los negocios de Marín,
vinculados al acopio de cereales, trasladaron periódicamente a la familia
de un lugar a otro haciendo que su hija se educara en diversos colegios.
Es así como Blanca cursó la escuela primaria en Mercedes (B.A.), luego
en Pergamino (B.A.), más tarde en Arribeños (B.A.), nuevamente en
Pergamino y por último en nuestra provincia, en Rosario.
Allí, en Rosario, ingresó a los 12 años a la Escuela Superior de Comercio donde cursó algo más de dos años. Pero el trabajo paterno una vez más los obligó a cambiarse de lugar, esta vez a Chapuy. El padre de Blanca, además de sus labores, se ocupó de participar en la Cooperadora Escolar y ejercer como primer Presidente Comunal del lugar. Mientras tanto, ella se dedicó a estudiar magisterio, su verdadera vocación, en Venado Tuerto. Para hacerlo tuvo que comenzar todo de nuevo porque los años de secundario cursados en Rosario no les fueron aceptados debido a las diferencias de programas.
Allí, en Rosario, ingresó a los 12 años a la Escuela Superior de Comercio donde cursó algo más de dos años. Pero el trabajo paterno una vez más los obligó a cambiarse de lugar, esta vez a Chapuy. El padre de Blanca, además de sus labores, se ocupó de participar en la Cooperadora Escolar y ejercer como primer Presidente Comunal del lugar. Mientras tanto, ella se dedicó a estudiar magisterio, su verdadera vocación, en Venado Tuerto. Para hacerlo tuvo que comenzar todo de nuevo porque los años de secundario cursados en Rosario no les fueron aceptados debido a las diferencias de programas.
Pocos años después se radicaron en Santa Isabel. Estando en Chapuy o aquí, todos los sábados su padre la iba a buscar a Venado Tuerto. En ese entonces eran todos caminos de tierra, sin pavimentar y el sacrificio para estudiar era mayúsculo. Por eso no había muchos maestros, la gente no tenía acceso al estudio como ahora, no había medios de transporte cómodos y los costos eran altos. De tal manera, tras recibirse a fines de 1933, comenzó a trabajar en la escuela Nº 179 al año siguiente. Lo hizo en ese mismo lugar hasta 1960 cuando se retiró.
De sus años de docencia Blanca recuerda cómo muchos chicos llegaban descalzos a la escuela. Entonces la Cooperadora les proveía de alpargatas, guardapolvos y libros. Eran chicos de condición muy humilde, que muchas veces iban junto a sus familia a las cosechas de maíz ausentándose de las aulas por un tiempo.
La Señora Blanca también recuerda a cada uno de sus alumnos. ¿Buena memoria? Si, buena memoria. Pero también tiene como ayuda a un álbum que guarda como un tesoro. En él, en sus primeras páginas hay varias dedicatorias escritas, al recibirse, por profesores y compañeras que resaltan sus virtudes, pero además hay fotos y firmas de todos los que conformaron los diversos cursos con los que compartió parte de su vida.
Por aquellos años una maestra comenzaba con un grupo en el primer grado y lo acompañaba hasta que terminaban la escuela. Así, los chicos salían semejante a la modalidad del maestro. Y esa huella se nota aún hoy: después de tantos años cada 11 de septiembre muchos de sus alumnos, personas modeladas en el agradecimiento y el respeto, la llaman o le envían regalos.
No duda en afirmar que "el maestro toda la vida ha sido un luchador, porque su trabajo es incesante, debe preparase todos los días y no puede improvisar. Por eso su trabajo no sólo consiste en las horas que pasa en la escuela."
Agrega que "tal vez, de todas las profesiones, esta sea la que requiere con mayor intensidad una cultura seria: ¿Que buscan los jóvenes cuando concurren a la escuela? Lo que buscan es una cultura, de ahí la importancia de que el maestro sea capaz de formar hombres verdaderamente cultos. Cultura es una categoría del ser, no del saber o del sentir."
Pero, ¿Que imagen tienen de ella los que alguna vez la tuvieron como maestra? Basta hablar con unos pocos para conocer el alto concepto y cariño que le profesan:
Raúl Dall'Ochio: "Los seis años de escuela los hice con
ella. Como maestra...¡espectacular! Era como una madre, se preocupaba, te
invitaba a la casa cuando terminaba la clase: comías algo y si no habías
entendido alguna cosa, te la volvía a explicar. Muy buena maestra"
María Elena Arminchiardi: "Era una verdadera segunda madre, porque nos trataba como una mamá: nos aconsejaba, en su casa daba clases de apoyo todas las tardes a los que no entendían algo y siempre invitaba a dos o tres alumnos más para que ellos no se sintieran solos. Siempre nos mantuvo unidos, como si fuéramos hermanos, era una relación muy especial la que teníamos con ella.
Como nos dio clases desde el primero hasta el último año, nos conocía muchísimo: sabía nuestros problemas, donde fallábamos y trataba de corregir nuestros errores. Nos formó de tal manera que hasta los rasgos de la escritura de sus alumnos se parecen. Yo tenía errores de ortografía y no me gustaba redactar, entonces todos los días tenía una tarea aparte de las demás para mejorar en eso.
Además hablaba con los padres, no solo en reuniones sino también con ellos directamente, involucrándose muchas veces en los problemas del alumno.
Siempre le tuvimos un gran cariño y un gran respeto. Nunca levantaba la voz y trataba de mantener la armonía. Era un poco psicóloga de cada uno de nosotros.
Aún hoy sigue siendo La Maestra, con mayúsculas. La veías llegar y... jamás una arruga o una mancha en su guardapolvos.
Aún hoy tiene cosas nuestras guardadas (no solo mías) y suele traerme trabajos de los que ni me acuerdo.
Te despertaba el amor a la lectura. Si te gustaba una revista o un tema, te los buscaba y te los daba para leerlos y charlarlos.
La Señora Blanca recuerda siempre a cada uno de sus alumnos y aún hoy tiene un trato especial."
María Elena Arminchiardi: "Era una verdadera segunda madre, porque nos trataba como una mamá: nos aconsejaba, en su casa daba clases de apoyo todas las tardes a los que no entendían algo y siempre invitaba a dos o tres alumnos más para que ellos no se sintieran solos. Siempre nos mantuvo unidos, como si fuéramos hermanos, era una relación muy especial la que teníamos con ella.
Como nos dio clases desde el primero hasta el último año, nos conocía muchísimo: sabía nuestros problemas, donde fallábamos y trataba de corregir nuestros errores. Nos formó de tal manera que hasta los rasgos de la escritura de sus alumnos se parecen. Yo tenía errores de ortografía y no me gustaba redactar, entonces todos los días tenía una tarea aparte de las demás para mejorar en eso.
Además hablaba con los padres, no solo en reuniones sino también con ellos directamente, involucrándose muchas veces en los problemas del alumno.
Siempre le tuvimos un gran cariño y un gran respeto. Nunca levantaba la voz y trataba de mantener la armonía. Era un poco psicóloga de cada uno de nosotros.
Aún hoy sigue siendo La Maestra, con mayúsculas. La veías llegar y... jamás una arruga o una mancha en su guardapolvos.
Aún hoy tiene cosas nuestras guardadas (no solo mías) y suele traerme trabajos de los que ni me acuerdo.
Te despertaba el amor a la lectura. Si te gustaba una revista o un tema, te los buscaba y te los daba para leerlos y charlarlos.
La Señora Blanca recuerda siempre a cada uno de sus alumnos y aún hoy tiene un trato especial."
Edmundo Pellegrini: "Buenísima! Ha sido mi única maestra, así que cada día del maestro tengo una atención con ella.
Después de dejar la escuela la seguí consultando, como por ejemplo para hacer cálculos para algún trabajo, y siempre me sacó del paso. La tengo presente como todos los de mi grupo por lo buena que ha sido y por su enseñanza. La recordamos bien. Ha hecho que nadie la olvide.
Solamente una vez nos retó a todos los varones porque en un día de lluvia nos pusimos a jugar al fútbol dentro del salón y con la pelota ensuciamos las paredes.
Además era compañera de los chicos, nos quería mucho. Muy considerada pero a la vez buena enseñanza. Sus alumnos no repetían y terminaban sabiendo."
Próspero Antonio Risso: "Para mi fue la mejor, yo la tuve como maestra desde tercer grado. Era muy buena, se esmeraba siempre en sus obligaciones, sabía enseñar y nos trataba bien.
Cuando murió mi papá o cuando me enfermé me hacía ir a su casa para darme clases de apoyo, para ayudarme... por supuesto sin cobrarme.
Era detallista al máximo y muy prolija con ella y con todos sus alumnos. Nos hacía leer mucho y quería que razonáramos al estudiar, que no lo hiciéramos de memoria, que entendiéramos. Enseñaba con amor a la profesión y a los chicos. Y nos quería a todos, no hacía preferencia por nadie.
Y nunca se olvida de sus alumnos. Para mi cumpleaños o para el día de mi santo, Blanca me llama para felicitarme."
Fany Romero: "Ella daba la imagen de hogar, veíamos a la
maestra y veíamos a la mamá. La escuela, para mi era la segunda casa y
ella la segunda mamá. Todos le teníamos un gran respeto porque siempre
nos infundió mucho cariño. Nunca fue soberbia, para nada. Era y es todo
cariño, amor, dulzura y sabiduría. Eso uno lo lleva en la piel y no
podemos desprendernos.
Una vez al año nuestro grupo se reúne con ella. El año pasado, a cada uno, nos regaló una copa recordando la llegada del año 2000, incluso le envió una a un compañero que está viviendo en Río Negro."
Una vez al año nuestro grupo se reúne con ella. El año pasado, a cada uno, nos regaló una copa recordando la llegada del año 2000, incluso le envió una a un compañero que está viviendo en Río Negro."
Ventura Ribas: "Cuando algún alumno se atrasaba le daba
clases en su casa donde también se han hecho picnics de primavera. Fue un
día que llovía y ella nos llevó a todos a su casa. Te podés imaginar
el lío que hicimos!
Tiene una gran memoria: hasta el día de hoy se acuerda de los cumpleaños de los alumnos, a mi me llama siempre. Además tiene cosas de todos nosotros, hace poco me trajo una redacción que hice en 1957."
Tiene una gran memoria: hasta el día de hoy se acuerda de los cumpleaños de los alumnos, a mi me llama siempre. Además tiene cosas de todos nosotros, hace poco me trajo una redacción que hice en 1957."
Nelson De Sisto: "¡Fabulosa! A Blanca la veíamos como una madre.
Una vez nos retó a todos y yo le contesté mal. Entonces me dio una lección que nunca olvidé: me lavó la boca y la cara con agua de la canilla. Pero... yo me portaba bastante mal. Nunca más volví a hacerlo.
Buenísima, como una segunda madre!"
Norma Achilli: "Solo la tuve un año, en quinto grado, pero... extraordinaria! Tengo los mejores recuerdos.
Nos daba clases de apoyo en su casa. Ahí había una puerta que yo nunca podía abrir. Ella la abría suavemente y me decía: más vale maña que fuerza. Y cada vez que tengo un problema de esos me acuerdo de ella. A mi me marcó para bien, era recta pero muy dulce."
Olga Zanni: "Era una maestra con todas las letras. No faltó un día, siempre bien arreglada, dándote un ejemplo en que reflejarte. Aún hoy me saluda para mi cumpleaños o me envía redacciones que hice cuando yo iba a la escuela."
Pasan los años y la "Señora Blanca" sigue siendo para sus "alumnos", aquella "segunda madre" de siempre. Ella como tantas otras maestras que, además de enseñar letras y números, educan con los más altos valores humanos serán siempre nuestra guía en todo tiempo y lugar.
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