Ramón Martín Hernández, "Ramoncillo" - UNA VIDA DE DOS PUEBLOS
Cada una de las vidas que transcurre es una historia. A menudo, a través de los medios de comunicación accedemos a detalles de las de los famosos. En Santa Isabel también algunas personas son más conocidas que otras: deportistas, políticos, artistas, funcionarios, integrantes de instituciones, etc. Ellos, generalmente, consultados por el periodismo, nos revelan datos de sus actividades. Además, existen personas que, sin haber nunca estado en radio o televisión son conocidas por casi todos. Unos y otros son personajes que transitan por nuestras vidas y las calles de la localidad sin que conozcamos sus anécdotas, sus sueños, sus pensamientos, aventuras y desventuras. Ellos son la historia viva de nuestro pueblo.
En un intento que nos revele tantas sabidurías desconocidas como así también el pasado de nuestro lugar, desfilarán por estas páginas las crónicas de esos conocidos que tenemos en común. Comenzamos con alguien que nos cuenta su vida de dos pueblos.
En una templada tarde de este otoño, a mediados de abril tuve la oportunidad de hablar con él. Lo encontré en el lugar donde suele vérselo, detrás de la Terminal, cerca de las vías.
-¿Qué quiere que le cuente?- Responde a mi propuesta de saber sobre su vida- Yo estoy aquí desde el '48. El 26 de febrero que pasó cumplí 93 años.
Él se llama Ramón de nombre y Martín Hernández de apellidos paterno y materno respectivamente. Todos lo conocemos desde siempre como “Ramoncillo”. Me invita con un caramelo y, con su acento español intacto, se dispone a contarme todo lo que le pregunto.
Cuénteme sobre sus años en España.
= Nací en un pueblo cerca de la frontera con Portugal, en la provincia de Salamanca, Castilla la Vieja. El pueblo se llama Encinasola. Allí había unos 500 o 700 vecinos.
A lo mejor ahora está más grande.
= No crea, es un pueblo "mísere", de pocas probabilidades de progreso. Vivíamos de la agricultura. Se sembraba trigo, garbanzos, cebada. La cebada se vendía para hacer cerveza. Es un lugar llano, allí no hay montañas. Mi padre guardaba unas ovejas ajenas, de otros, en el campo. Y esto de vestir y comer andaba mal, por eso fuí poco al colegio, pero algo aprendí.
¿Qué trabajos hacía en España?
= De albañil, como aquí - pasa alguien y lo saluda - ¡'dioó!! ...Yo siempre trabajé en la construcción. Otro oficio no he tenido.
¿Usted participó de la guerra civil?
= Si, yo estaba pal' lao de Franco. Yo y otros dos hermanos más. Había que ir. Te mandaban las autoridades y había que ir... Yo reclamé porque la ley decía que dos hermanos tenían que ir, pero que tres no. Reclamé, me presenté en el cuartel, pero como hacían falta hombres me dijeron: "Usted va a donde lo mandan y se calla la boca". Y tuve que ir año y medio a la guerra. Me mandaron a la capital (provincial), a Salamanca, pero hubo que irse porque habían matado a muchos en una parte y me tocó ir a Barcelona, al Hotel Buenos Aires. Teníamos la compañía allí.
Nosotros estábamos a la retaguardia por- que mandaban al frente a los más jóvenes. Teníamos un brazalete que decía “Orden Público”. Estábamos allí por si había algún levantamiento o desorden. Casi tres años duró esta guerra.
¿Por qué vino a la Argentina?
= Vine porque aquello quedó un montón de escombros y nos moríamos de hambre. Trabajo no había y mi cuñado estaba acá. Se vino a los 15 años. Nos mandó llamar y nos refugiamos aquí. Aquí he trabajado bastante como me han visto.
¿Me cuenta algo sobre el viaje?
= Después de la guerra me fui a mi domicilio. Luego arreglamos los papeles y embarcamos con mi esposa en Barcelona. El barco era el “Cabo de Buena Esperanza” y viajamos bien; no puedo decir nada, ni del barco ni de la comida. Era un barco español que le habían comprado usado a Norteamérica. Vinimos de allí por el Mediterráneo, luego a Cádiz, de allí al Brasil y Montevideo, en Uruguay. Ahí vi los submarinos alemanes que estaban en la boca del puerto. Los jefes alemanes se fugaron en ellos y los barcos ingleses y norteamericanos los esperaban. Los barcos persiguieron a los alemanes hasta Montevideo. Desde ese lugar cruzamos a Buenos Aires. Nos esperaba el cuñado, hermano de mi mujer, con uno muy rico que era su compadre y con el coche. Fuimos a la casa de este pariente en Buenos Aires y estuvimos 20 días hasta que nos tomamos el San Martín, el tren. Desde Arribeños mi cuñado llamó aquí a Falagán, que tenía coche de alquiler. Cuando bajamos en la estación ya estaba Falagán esperándonos.
Como le dije, vine a la República en el '48, directamente acá porque además de mi cuñado estaba una sobrina, que era maestra y daba clases. Luego en la época de Perón se fue a Rosario. Yo vine con mi esposa, que murió hace 20 años. Se descompuso, la operaron en Venado Tuerto y después la llevamos a Rosario. Pero ya no hubo remedio para ella. Le puse unas monedas en los ojos porque les quedaron abiertos.
¿Qué trabajos hizo en Santa Isabel?.= Trabajé en la construcción. Hicimos el colegio (779) con una empresa de Junin. Allí comencé a cavar los cimientos y me tocó cargar con el equipo. Ellos se marcharon a Villa Constitución y no fui porque decían que allí la vida era más cara. Trabajé en el ferrocarril, en la construcción de la vía de acá a Otto Bemberg (Rastreador Fournier) y, en la misma vía en Caseros y Santos Lugares. También hicimos la fábrica, la de leche (ex Uperlact). La comisaría también. En el molino harinero estuve desde que se empezó hasta que se terminó. Hicimos también el desvío de la ruta hasta el cruce y la entrada al pueblo (calle Sarmiento). También con Carpi hicimos algunos puentes sobre la ruta. Desde que estoy aquí nunca me faltó trabajo.
Pero después tuvo un accidente
= Tuvimos un accidente cuando íbamos a Rosario a visitar la sobrina. Antes de llegar a los talleres de Pérez en una curva muy cerrada caímos de un puente a un arroyo. Era la una de la madrugada. Desde ese accidente las piernas me quedaron torcidas para un costado. Igual trabajé hasta hace unos años, en la Comuna, cuando pedí la pensión.
¿Cual es el balance de todo este tiempo en el país?
= No tengo queja alguna de la Nación. Yo he tenido que trabajar pero no me faltó de comer y no puedo decir nada mal de la Argentina. Al contrario, agradecido. Lo que puedo dar es muchas gracias. Me encuentro muy satisfecho, y donde esté yo a la República Argentina la voy a defender.
¿Qué opina de los políticos?
= Yo le voy a decir que en los políticos no creo. No he creído en aquellos, los de España, porque he visto lo que he visto, y acá, desde que estoy veo cosas malas. Me parece que se equivocan. Hay cosas que no deberían ser. Se ven algunas injusticias. Somos pobres, como yo, que soy el más pobre que hay en el mundo, pero no debería haber injusticias ni miramientos.
¿Le gustaría volver a su pueblo?
= Sí, pero ya no tengo padre, no tengo madre ni hermanos que estén en el pueblo. Los parientes ya no están allí, están en otros lugares. Tengo una hermana que está en Brasil, frente a Formosa. A las hijas las tiene casadas con unos italianos que han comprado terreno, tienen chanchos y cosechas. Tengo correspondencia con ellos.
¿No los fue a visitar?
= Ellos me dijeron que vaya, pero sabe, hay mala combinación. Primero tengo que ir a Rosario y luego tomar varios colectivos.
¿Qué le hubiese gustado tener en su vida y que no ha podido?
= Una casita...una casita con algún terreno y criar, como criaba en mi pueblo. Tenía mis conejos, criaba chanchitos. Me quería como una persona mi chanchito. Lo rascaba, y se acostaba para que lo siguiera rascando. Le daba de comer y cariños.¿Y sabe lo que hacía?: salía a un campito al que lo largaba para que se distrajera y comiera verdeo. Si yo quería dejarlo, como al descuido me marchaba, despacio. Pero era muy vivo, me encontraba oliendo las huellas. Me lo tuvo que carnear un hermano porque yo lloraba. Lo quería como a una persona... (casi con lágrimas en los ojos) Porque él me quería a mi también. Que iba a hacer, hombre... que iba a hacer, lo mataba a él para comer yo.
¿Eso era en España?
= Si, eso era en España, en una casa alquilada. La propiedad no era mía. Era de uno que tenía una fábrica y yo le pagaba mensualmente.
-Pasa una conocida y lo saluda, él contesta: Aquí estamos, conversando de España. Cosas de la vida... Y Ud. ¿Anda de mandaos?...
= Yo no tengo mal corazón, me conocen bien. Ropa que pido en alguna parte, al pan que me sobra, los voy guardando. Me quedo lo que puedo de la ropa o del calzado que pido en algunas casas. A quien yo veo que tiene necesidad se la doy. Eso no es pa' mi que me compro. Lo que pido en otras casas yo se lo doy a personas que veo que tienen faltas de ellas. Al pan se lo doy a quien lo necesita. Dirán lo que les dé las ganas de mi, pero la policía no me ha dicho ni una vez: "Ramón, ven a la comisaría" por delito alguno.
Usted vive en el Hospital ahora. ¿Cómo lo tratan?
= Me tratan bien. Yo me compro mi comida, hoy me he comprado un pollo.
Con Ramón hablamos también de sus compañeros del Asilo y además entre otras cosas me contó sobre sus activas aventuras amorosas."Cosas de la vida", como dice él.
Sus 93 años transcurrieron durante todo este siglo que está culminando. Tiene recuerdos de lugares y tiempos que casi todos nosotros no hemos conocidos. Con vitalidad se apresta a recibir el 2000. Es parte de la memoria de este mundo, y una porción de ella le corresponde a Santa Isabel, su segundo pueblo, en el que se desarrolló más de la mitad de su vida y en el que fue una de las piezas que forjaron su historia.
Si deseamos bucear en el pasado de la localidad, él es uno de los tantos que nos pueden aportar datos precisos para armar nuestra historia. No está mal tenerlos en cuenta para entender, a través de lo sucedido y sus conocimientos, nuestro presente.
La tarde comenzaba a caer y nos despedimos. Se cena temprano en el Asilo.
Ramón, lo dejo.
= Bueno, yo me voy a ir aproximando al supermercado a buscar el pollo que encargué. Estoy a sus órdenes en lo que se pueda. Como pobre, lo que esté a mi alcance... ya sabe.
* *
En un intento que nos revele tantas sabidurías desconocidas como así también el pasado de nuestro lugar, desfilarán por estas páginas las crónicas de esos conocidos que tenemos en común. Comenzamos con alguien que nos cuenta su vida de dos pueblos.
En una templada tarde de este otoño, a mediados de abril tuve la oportunidad de hablar con él. Lo encontré en el lugar donde suele vérselo, detrás de la Terminal, cerca de las vías.
-¿Qué quiere que le cuente?- Responde a mi propuesta de saber sobre su vida- Yo estoy aquí desde el '48. El 26 de febrero que pasó cumplí 93 años.
Él se llama Ramón de nombre y Martín Hernández de apellidos paterno y materno respectivamente. Todos lo conocemos desde siempre como “Ramoncillo”. Me invita con un caramelo y, con su acento español intacto, se dispone a contarme todo lo que le pregunto.
Cuénteme sobre sus años en España.
= Nací en un pueblo cerca de la frontera con Portugal, en la provincia de Salamanca, Castilla la Vieja. El pueblo se llama Encinasola. Allí había unos 500 o 700 vecinos.
A lo mejor ahora está más grande.
= No crea, es un pueblo "mísere", de pocas probabilidades de progreso. Vivíamos de la agricultura. Se sembraba trigo, garbanzos, cebada. La cebada se vendía para hacer cerveza. Es un lugar llano, allí no hay montañas. Mi padre guardaba unas ovejas ajenas, de otros, en el campo. Y esto de vestir y comer andaba mal, por eso fuí poco al colegio, pero algo aprendí.
¿Qué trabajos hacía en España?
= De albañil, como aquí - pasa alguien y lo saluda - ¡'dioó!! ...Yo siempre trabajé en la construcción. Otro oficio no he tenido.
¿Usted participó de la guerra civil?
= Si, yo estaba pal' lao de Franco. Yo y otros dos hermanos más. Había que ir. Te mandaban las autoridades y había que ir... Yo reclamé porque la ley decía que dos hermanos tenían que ir, pero que tres no. Reclamé, me presenté en el cuartel, pero como hacían falta hombres me dijeron: "Usted va a donde lo mandan y se calla la boca". Y tuve que ir año y medio a la guerra. Me mandaron a la capital (provincial), a Salamanca, pero hubo que irse porque habían matado a muchos en una parte y me tocó ir a Barcelona, al Hotel Buenos Aires. Teníamos la compañía allí.
Nosotros estábamos a la retaguardia por- que mandaban al frente a los más jóvenes. Teníamos un brazalete que decía “Orden Público”. Estábamos allí por si había algún levantamiento o desorden. Casi tres años duró esta guerra.
¿Por qué vino a la Argentina?
= Vine porque aquello quedó un montón de escombros y nos moríamos de hambre. Trabajo no había y mi cuñado estaba acá. Se vino a los 15 años. Nos mandó llamar y nos refugiamos aquí. Aquí he trabajado bastante como me han visto.
¿Me cuenta algo sobre el viaje?
= Después de la guerra me fui a mi domicilio. Luego arreglamos los papeles y embarcamos con mi esposa en Barcelona. El barco era el “Cabo de Buena Esperanza” y viajamos bien; no puedo decir nada, ni del barco ni de la comida. Era un barco español que le habían comprado usado a Norteamérica. Vinimos de allí por el Mediterráneo, luego a Cádiz, de allí al Brasil y Montevideo, en Uruguay. Ahí vi los submarinos alemanes que estaban en la boca del puerto. Los jefes alemanes se fugaron en ellos y los barcos ingleses y norteamericanos los esperaban. Los barcos persiguieron a los alemanes hasta Montevideo. Desde ese lugar cruzamos a Buenos Aires. Nos esperaba el cuñado, hermano de mi mujer, con uno muy rico que era su compadre y con el coche. Fuimos a la casa de este pariente en Buenos Aires y estuvimos 20 días hasta que nos tomamos el San Martín, el tren. Desde Arribeños mi cuñado llamó aquí a Falagán, que tenía coche de alquiler. Cuando bajamos en la estación ya estaba Falagán esperándonos.
Como le dije, vine a la República en el '48, directamente acá porque además de mi cuñado estaba una sobrina, que era maestra y daba clases. Luego en la época de Perón se fue a Rosario. Yo vine con mi esposa, que murió hace 20 años. Se descompuso, la operaron en Venado Tuerto y después la llevamos a Rosario. Pero ya no hubo remedio para ella. Le puse unas monedas en los ojos porque les quedaron abiertos.
¿Qué trabajos hizo en Santa Isabel?.= Trabajé en la construcción. Hicimos el colegio (779) con una empresa de Junin. Allí comencé a cavar los cimientos y me tocó cargar con el equipo. Ellos se marcharon a Villa Constitución y no fui porque decían que allí la vida era más cara. Trabajé en el ferrocarril, en la construcción de la vía de acá a Otto Bemberg (Rastreador Fournier) y, en la misma vía en Caseros y Santos Lugares. También hicimos la fábrica, la de leche (ex Uperlact). La comisaría también. En el molino harinero estuve desde que se empezó hasta que se terminó. Hicimos también el desvío de la ruta hasta el cruce y la entrada al pueblo (calle Sarmiento). También con Carpi hicimos algunos puentes sobre la ruta. Desde que estoy aquí nunca me faltó trabajo.
Pero después tuvo un accidente
= Tuvimos un accidente cuando íbamos a Rosario a visitar la sobrina. Antes de llegar a los talleres de Pérez en una curva muy cerrada caímos de un puente a un arroyo. Era la una de la madrugada. Desde ese accidente las piernas me quedaron torcidas para un costado. Igual trabajé hasta hace unos años, en la Comuna, cuando pedí la pensión.
¿Cual es el balance de todo este tiempo en el país?
= No tengo queja alguna de la Nación. Yo he tenido que trabajar pero no me faltó de comer y no puedo decir nada mal de la Argentina. Al contrario, agradecido. Lo que puedo dar es muchas gracias. Me encuentro muy satisfecho, y donde esté yo a la República Argentina la voy a defender.
¿Qué opina de los políticos?
= Yo le voy a decir que en los políticos no creo. No he creído en aquellos, los de España, porque he visto lo que he visto, y acá, desde que estoy veo cosas malas. Me parece que se equivocan. Hay cosas que no deberían ser. Se ven algunas injusticias. Somos pobres, como yo, que soy el más pobre que hay en el mundo, pero no debería haber injusticias ni miramientos.
¿Le gustaría volver a su pueblo?
= Sí, pero ya no tengo padre, no tengo madre ni hermanos que estén en el pueblo. Los parientes ya no están allí, están en otros lugares. Tengo una hermana que está en Brasil, frente a Formosa. A las hijas las tiene casadas con unos italianos que han comprado terreno, tienen chanchos y cosechas. Tengo correspondencia con ellos.
¿No los fue a visitar?
= Ellos me dijeron que vaya, pero sabe, hay mala combinación. Primero tengo que ir a Rosario y luego tomar varios colectivos.
¿Qué le hubiese gustado tener en su vida y que no ha podido?
= Una casita...una casita con algún terreno y criar, como criaba en mi pueblo. Tenía mis conejos, criaba chanchitos. Me quería como una persona mi chanchito. Lo rascaba, y se acostaba para que lo siguiera rascando. Le daba de comer y cariños.¿Y sabe lo que hacía?: salía a un campito al que lo largaba para que se distrajera y comiera verdeo. Si yo quería dejarlo, como al descuido me marchaba, despacio. Pero era muy vivo, me encontraba oliendo las huellas. Me lo tuvo que carnear un hermano porque yo lloraba. Lo quería como a una persona... (casi con lágrimas en los ojos) Porque él me quería a mi también. Que iba a hacer, hombre... que iba a hacer, lo mataba a él para comer yo.
¿Eso era en España?
= Si, eso era en España, en una casa alquilada. La propiedad no era mía. Era de uno que tenía una fábrica y yo le pagaba mensualmente.
-Pasa una conocida y lo saluda, él contesta: Aquí estamos, conversando de España. Cosas de la vida... Y Ud. ¿Anda de mandaos?...
= Yo no tengo mal corazón, me conocen bien. Ropa que pido en alguna parte, al pan que me sobra, los voy guardando. Me quedo lo que puedo de la ropa o del calzado que pido en algunas casas. A quien yo veo que tiene necesidad se la doy. Eso no es pa' mi que me compro. Lo que pido en otras casas yo se lo doy a personas que veo que tienen faltas de ellas. Al pan se lo doy a quien lo necesita. Dirán lo que les dé las ganas de mi, pero la policía no me ha dicho ni una vez: "Ramón, ven a la comisaría" por delito alguno.
Usted vive en el Hospital ahora. ¿Cómo lo tratan?
= Me tratan bien. Yo me compro mi comida, hoy me he comprado un pollo.
Con Ramón hablamos también de sus compañeros del Asilo y además entre otras cosas me contó sobre sus activas aventuras amorosas."Cosas de la vida", como dice él.
Sus 93 años transcurrieron durante todo este siglo que está culminando. Tiene recuerdos de lugares y tiempos que casi todos nosotros no hemos conocidos. Con vitalidad se apresta a recibir el 2000. Es parte de la memoria de este mundo, y una porción de ella le corresponde a Santa Isabel, su segundo pueblo, en el que se desarrolló más de la mitad de su vida y en el que fue una de las piezas que forjaron su historia.
Si deseamos bucear en el pasado de la localidad, él es uno de los tantos que nos pueden aportar datos precisos para armar nuestra historia. No está mal tenerlos en cuenta para entender, a través de lo sucedido y sus conocimientos, nuestro presente.
La tarde comenzaba a caer y nos despedimos. Se cena temprano en el Asilo.
Ramón, lo dejo.
= Bueno, yo me voy a ir aproximando al supermercado a buscar el pollo que encargué. Estoy a sus órdenes en lo que se pueda. Como pobre, lo que esté a mi alcance... ya sabe.
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Gracias Raul! Preciosa Nota! Gran Aporte a la Historia de SAnta Isabel
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