Publicado en "Acercar a la Gente" Nº 79 del 28/06/2007
Una visión del Club Belgrano -que el 16 de junio cumplió 91 años- de los años '50 y '60 hecha por un joven hincha de aquellos tiempo.
No se si el título es el adecuado, no se si es el que corresponde, solo se que es tiempo de nostalgias y recuerdos, y esos afloran como agua de manantial. Algunos mas memoriosos o mas veteranos que yo tendrán otros recuerdos, los jóvenes los suyos. Pero claro, todo lo bueno vale, así que ¿vamos a recordar?... total que cuesta, apenas si un esfuerzo “neuronal”.
Aparece
en mi memoria la vieja puerta de doble hoja de madera, el vidrio de
fondo blanco resalta aún mas el escudo pintado de azul y rojo y las
letras en relieve que lo identifican: C.S.Y D. G.B. Las voces lejanas,
queridas ausentes me dicen pasá... a la entrada, el piso de madera, al
fondo a la derecha, la arcada con los trofeos del club; al frente el
mostrador y la máquina cilíndrica de acero inoxidable para hacer el
café, las mesas redondas de madera, algunas de ellas con el paño verde y
la mesa de billar; a la izquierda el ingreso a una pieza muy pequeña
donde se jugaba al ajedrez y más allá el salón de fiestas. Me parece ver
al conserje de esa época que rememoro: Rogelio Boggio que vivía en el
club con su familia, hermano de Don Manuel Boggio, ilustre directivo y
luego Presidente del Club. El paisaje interno de la conserjería termina
cuando ingresamos al patio de ladrillos, a la derecha la casa de
familia, al final el lavadero cubierto por la verde entrada y a la
izquierda vuelve a aparecer el salón de fiestas del club con su puerta
posterior de ingreso. En aquel viejo patio la imagen imborrable del
bueno de Mingo Scandizzo con su risa ancha, festejando con la barra
algún logro de esos años. Termina el patio para llegar a la cancha de
básquet, al final la de paleta, cuando la pared lateral no era tan alta,
envuelta en aquel tejido rombo, castigado por los impactos, de vez en
cuando alguna pelota traviesa se colaba e iba a parar a algún vecino o
llegaba besando el alto cordón de la vereda de la calle de tierra. Pero
claro... pero claro, hablamos de la cancha de básquet... y entonces
recordamos tantas cosas gratas, cuando llegaban las embajadas de
patinadores, uno de los números más recordados era la “Danza del fuego”.
La llegada del quinteto de básquet de Racing Club de Avellaneda, equipo
base del Campeón Mundial del año 1950 en el Luna Park, en mis ojos
asombrados de niño quedó grabada aquella muestra inolvidable en una
exhibición espectacular, la velocidad que manejaban la pelota de un lado
a otro, los dobles de media cancha (porque no existían triples y cuando
la talla de los jugadores no era tan importante) los nombres de Perez
Varela su capitán, Uder Menninni, Contarbio y Polettim son realmente
inolvidables. El boxeo se hizo presente con la llegada de Amelio Piceda,
Campeón Argentino, que hizo una alta técnica boxística. Pero claro, en
esa época ya estaba la hermosa familia Forniers, Don Juan, Doña María,
Carlitos y Mary, a quien hace un tiempo la hemos recuperado, fue la
familia que se arraigó en Belgrano y en el Pueblo, y Don Juan gustaba
del boxeo y sabía tirar los guantes; y respetando a los demás conserjes,
la familia Forniers fue la que mas llegó en el sentimiento Belgranista.
Vivencias de la época nos llevan a los inolvidables momentos vividos en
las fiestas de fin y principios de año, fiestas familiares en las que
Oscar y Coqui hacían punta en la alegría y diversión. Tiempos de la risa
fácil, de los cánticos de la época; era el triste momento de la guerra
en Corea y eso dio pié a aquel: “vea, vea, vea... que cosa más común a
Belgrano no lo paran ni los tanques de la U.N.” o sino el: “tenemos un
arquero que es una maravilla, ataja los penales sentado en una silla...
y cuando se lastima le damos... y ahí viene la palabra que rimaba con el
equipo rival de turno para así realzar a Belgrano. Y al final el
recordado: “Yo te daré, te daré niña hermosa, te daré una cosa, una cosa
que empieza con B... ¡Belgrano!.
Por
Dios, cuántos recuerdos, es que yo en ese entonces vivía muy cerca del
club, ahí nomás... a la vuelta, era aún muy chico y me sumaba de curioso
nomás con los grandes, por eso recuerdo cuando mi grito de niño lleno de
júbilo se mezcló con el de los grandes en aquel inolvidable gol de
Ernesto Grillo para el triunfo de Argentina en la cancha de River contra
los Ingleses, “yo no tenía nada que ver”, pero los más grandes me
levantaban en andas festejando el triunfo cuando la voz de Fioravanti
anunció el final en aquella vieja radio de madera que tenía forma de
capilla. Eran los años de la Revista “Rico Tipo” cuando las chicas del
genial “Divito” llamaban la atención y el pincel mágico de Oscar
Severini las retrató con perfección en la pared posterior del patio del
club.
Tiempos que los festejos del club se hacían los domingos al mediodía, cuando mi tío Ángel, fotógrafo del club, retrataba para siempre esos momentos con aquella vieja máquina en la que el magnesio producía un fogonazo que hacía las veces de flash para iluminar el recinto, de allí le nació el apodo de “Fogonazo”. Cuántos festejos en ese viejo club... las orquestas y cantores de todos los ritmos musicales. Y si... siguen las vivencias, los recuerdos se atropellan y aparece la imagen de Doña Juana... la segunda mamá de Elba, Rosita, Tito y Franco Pellegrini, me acuerdo cómo defendía a los que ella llamaba “sus hijos” cuando alguna broma intencionada la ofendía, cómo se enojaba en la cachada futbolística que le sabían hacer el “zurdo” Juan Lombardi y su hermano Atilio en la carnicería del barrio, cuando lo dejaban mal parado a Tito y también a Nelo que ya había entrado en la familia y lo quería como otro hijo mas, cuanto amor de la buena Doña Juana...
Tiempos que los festejos del club se hacían los domingos al mediodía, cuando mi tío Ángel, fotógrafo del club, retrataba para siempre esos momentos con aquella vieja máquina en la que el magnesio producía un fogonazo que hacía las veces de flash para iluminar el recinto, de allí le nació el apodo de “Fogonazo”. Cuántos festejos en ese viejo club... las orquestas y cantores de todos los ritmos musicales. Y si... siguen las vivencias, los recuerdos se atropellan y aparece la imagen de Doña Juana... la segunda mamá de Elba, Rosita, Tito y Franco Pellegrini, me acuerdo cómo defendía a los que ella llamaba “sus hijos” cuando alguna broma intencionada la ofendía, cómo se enojaba en la cachada futbolística que le sabían hacer el “zurdo” Juan Lombardi y su hermano Atilio en la carnicería del barrio, cuando lo dejaban mal parado a Tito y también a Nelo que ya había entrado en la familia y lo quería como otro hijo mas, cuanto amor de la buena Doña Juana...
Retrocediendo
en la evocación de los aniversarios del club, en los mediodía de
domingo, es imposible dejar de lado el recuerdo que cuando llegaba el
momento de los discursos, la palabra fácil y en ocasiones sin previo
libreto, de Rafael Pasquinelli, o la labia sentida y evocadora de
“Vitrola” Carlovich; o quizás el grito al unísono con la concurrencia
de: ip-ra-ip-ra que hacía don Baldesari, uno de los fundadores del Club,
haciendo punta en el festejo, o porque no, cuando pocholo Carlovich con
su voz baritonal cantaba “Granada”, ya a los postres del festejo. Y
si... son recuerdos..., anécdotas de aquellos años, cuando ya Belgrano
progresaba y el Club ya estaba restaurado, modificando su estructura.
Las
disciplinas deportivas siempre fueron varias, y en ellas había muy
buenos valores, hacer nombres sería injusto porque se cometería el
pecado de dejar, por olvido involuntario, alguien y sería doloroso, pero
los pelotaris, basquetbolistas, tanto en mujeres como en varones fueron
de jerarquía.
El
teatro. Cuantos momentos de felicidad y emoción... lo que nosotros
llamábamos comúnmente “velada” y se realizaban en la sala del “Cine” y
siempre con la coreografía imaginativa del querido Oscar Severini,
cuando en los momentos de comicidad nos reíamos a carcajadas con as
bromas del “flaco” Enrico, el “gordo” Carra y el “loco” Pianca, o sino
también con Cavalieri ¿se acuerdan de Cavalieri? , aquel señor que con
su familia se afincó un tiempo en el pueblo y se hizo fana de Belgrano.
Las “veladas”... mi querido e inolvidable tío Lito Gavio estaba siempre haciendo punta en el elenco, cuanta gente aficionada al arte colaboraba en todo esto...
Las “veladas”... mi querido e inolvidable tío Lito Gavio estaba siempre haciendo punta en el elenco, cuanta gente aficionada al arte colaboraba en todo esto...
Pero
claro, Belgrano se fundó como Club de Fútbol y como tal fue creciendo y
se hizo grande. Realmente será necesario escribir un libro para tantas
vivencias y emociones.Pero cómo habrán sido esos días lejanos, cuando en
la última bolsa hombreada en la estiba, o quizás en la última maleta, o
por que no, en la horquillada final del pasto en la parva, ya se
calzaban los cortos para dejar el resto en la cancha. Si, eran las ganas
de jugar, era el divertirse con la pelota más allá de la devoción por
defender los colores queridos. Tiempos en que jugadores e hinchas se
juntaban para viajar en los camiones a otros pueblos, días cuando el
“Brasilero” Eugenio Paulini dejaba su viejo camión a disposición de la
hinchada, o por qué no, el de Fidel Monsalvo, o quizá el Chevrolet 29 de
Don José Dall O'cchio o tal vez el Ford de Félix Carpi, o el otro de Don
Domingo Tasello... como dije al comenzar, los más veteranos recordarán
otras cosas, otros nombres, los jugadores de antaño, como el malogrado
Luis Tabacco, los hermanos Juan y Mario Roberto, los Villalba o los
hermanos Arminchiardi, Alberto en el arco y Pedro en la zaga, o a los
hermanos Paulini o Marcelo Ferro, Marcelo Foschi, la “chancha” Aguilera,
otros comentarán la calidad y picardía para jugar de Roque Acevedo o tal
vez la maestría de Héctor Palau, esto para nombrar a algunos que
hicieron grande a Belgrano, pero resulta imposible... son muchos los
nombres, muchas las glorias... y aparece Lili Benso como otro nombre
puntual... pero claro, es que el recuerdo obliga, y la imagen de “La
Macha” Ferreira viéndolo jugar obliga más aún, el gran habilidoso, el de
la pelota “atada” al botín izquierdo mágico, aquel de la pegada justa y
el pase al pié. Eran los años de los grandes jugadores, cuando aparece
la gran calidad de Carlitos Chavaño, que después parte rumbo a México y
ahí se aquerenció, tiempos de Benjamín Santos, el goleador implacable,
el del remate demoledor que luego fue famoso en Rosario Central y
goleador también en el fútbol grande para luego terminar su campaña en
Italia. Pero recordando a los grandes shoteadores, el nombre de Nolo
Gómez, aparece en la evocación y ya mucho mas acá en el tiempo es
imposible olvidarse de Rubén Zárate, el gran hacedor y uno de los
responsables de ascenso de Los Andes a Primera A, el gran goleador del
equipo, como lo fue en San Telmo en Primera B del Ascenso.
Y
retrocedo un poco en el tiempo, en la gente que aportó en diferentes
órdenes en el club, un gran referente sería Manuel Boggio, trabajador
incansable que vivió sus últimas horas trabajando por su Club, pues ahí
mismo sufrió la crisis cardiaca que lo llevó a la muerte. Pero estábamos
hablando de fútbol, y en eso de colaborar, el recuerdo nos lleva a Nino
Colombo o cariñosamente al “Loco” Colombo, él era el responsable en esos
años del primer equipo y ponía todas las ganas, el fervor, el V8, en
fin... y lo que tenía por Belgrano, es que había jugadores de afuera y a
veces, para que llegaran a tiempo para jugarhabía que ir a buscarlos y
ahí estaba siempre Nino. Pero también había un personaje de la época,
Don Fernández, “El Maestro de la Moto” que lo llamábamos así porque era
maestro y tenía una moto de alta cilindrada. Don Fernández se calzaba la
gorra, los anteojos antiparras, los guantes y partía raudamente en busca
de algún jugador que tardaba en llegar, me parece verlo al “Negro”
Canullán “enancado” en aquella moto y bajando de ella frente al Club, o
sino allá, en la vieja cancha. Es que Don Fernández vivía ahí nomás, a
una cuadra del club, casi frente al taller de Nino y en un caso de apuro
solucionaba el problema.
Eran
los hermosos años del “gran equipo”, de los logros consecutivos, de los
campeonatos zonales ganados unos tras otro... “sí, el gran equipo”.
El
recuerdo evocador de antaño nos lleva al nostálgico paisaje de la vieja
canchita de Belgrano, pequeña en el tamaño y tan grande en la rica
historia de los triunfos. Al nombrar a este equipo, es abrazar
imaginariamente a todos aquellos que al paso de los años y en todas las
divisiones vistieron y vestirán la azulgrana, con más o menos suerte, o
con más o menos capacidad técnica, pero que reflejándose en el espejo de
algún ídolo del Club, soñó llegar a jugar alguna vez en primera... el
sueño de cualquier pibe que pateando aquella pelota de trapo hecha por
las manos sabias de la vieja, o aquella pelota de goma saltarina que
quedó incrustada en algún tejido traicionero, o en la otra número uno de
cuero... o la número tres allá en el potrero, hasta llegar a la
“inalcanzable” número cinco...
Para
todos los que defendieron con altura y dignidad los gloriosos colores de
Belgrano, los que transpiraron la camiseta hasta sentirla pegada al
pecho, quizá para tenerla así más cerca del corazón, llegan los nombres
de: El Beto Coego, el gran arquero, seguro de arriba y de abajo, al que
parecía imposible hacerle un gol... de Tito Pellegrini, llegando con sus
piernas largas tirándose al piso en “tijera” para el quite exacto, de
Nelo Astolfi, en el cruce perfecto para una jugada salvadora, marcando
con esa seguridad que él imponía, cayéndose y volviendo a levantarse con
la agilidad y elasticidad de un atleta, de Obdulio Paulini, el marcado
implacable, el de la fuerza ganadora, de el “Negro” Canullán, el número
cinco de la gran colocación que mandaba en la mitad de la cancha,
derecho y sacando pecho en cada jugada, poniendo la pelota al piso para
el pase justo al compañero mejor ubicado, de Carlitos Franco, el hombre
que aunque de poca talla ganaba siempre de arriba, el que sabía marcar y
empujar al equipo desde atrás, aquel de los cruces perfectos de
izquierda a derecha. De Luisito Cerquetella el de la gambeta imparable,
el que llevaba la pelota pegada a la línea de cal para dejar desairado
al marcador de turno hasta llegar al fondo de la cancha para mandar el
centro justo, el de la pisada imprevista, con esa clase llena de
potrero. De Alberto Carlovich prodigándose continuamente, jugándose en
cada pelota, el que elevándose junto al arquero le ganaba con alguna
picardía de “aquellas” para el cabezazo ganador. De “Panchito” Scaglione,
el nueve que las agarraba todas dentro del área, el gran aprovechador de
los centros de Luisito, el fantasma que aparecía para el gol inesperado.
De “Cuca” Villarruel, el jugador inteligente y rápido que llegaba al
gol, el que sabía aprovechar la velocidad de su puntero izquierdo que
por supuesto era el “Gringo” Vanni, el once explosivo, el veloz puntero
del remate fulminante, el que la pedía siempre y el que enojaba cuando
no se la daban. Este equipo fue el gran referente, el gran ganador, a
veces con el refuerzo que significaba Remo Formenti, que estaba muy
lejos del pueblo y que por ahí venía a reforzar el equipo en algún
torneo importante. Remo era el gran cerebro del equipo, el que manejaba
los tiempos en cada jugada, el gran armador, el ocho ideal. Eran los
tiempos en que no había recambio, los once que entraban eran los once
que terminaban, cuando el que sufría alguna lesión trataba de seguir
hasta el final, o de lo contrario, en caso ya serio, e veía obligado a
dejar la cancha.
Y
el tema, recuerdo en ese entonces, cuando en alguna ocasión “Curca”
Villarruel, que sufría ataques de epilepsia, sufrió una de esas crisis,
lo retiraron del campo de juego y después de una vez repuesto, volvió a
la cancha para terminar el partido.
En
esta evocación de los grandes jugadores surge el ejemplo de una figura
muy importante del club, ya de mucho más acá en el tiempo... y digo del
ejemplo porque si en Belgrano pasaron tantos buenos futbolistas, el
nombre de “el negro” Ribas es el hombre, el jugador, el gran futbolista
y el gran caballero, el que nunca le pegaba a nadie, el del quite justo
y limpio. Y bueno, llega el final de la evocación... mi mano derecha
maneja como puede la lapicera, el cerebro es quien dirige, pero el
corazón es el que manda... y cuando manda el corazón, las emociones y
los recuerdos se encuentran y se enlazan, ocurre que estoy mirando fotos
de antaño, veo en alguna de ellas los festejos de algún aniversario de
otrora y también veo familias enteras, amigos, conocidos de la época,
tanta gente linda y querida que ya no están, y claro, de flojo nomás mis
ojos ya no distinguen bien lo que escribo, son muchas las ausencias y
más aún los dolores...
Pero
es hora de festejos, ya son 91 años, casi casi los del pueblo, si apenas
8 años lo separa y Belgrano nació y creció junto al pueblo, y creció
tanto que es orgullo de Santa Isabel, y de la zona, por eso llega la
hora del recuerdo emocionado a los fundadores del club, a aquel lejano
1916, a esos, algunos casi chiquilines de pantalón corto quizá en esa
época que se hicieron esa patriada histórica, para ellos, el gran
recuerdo...
¡Felices
91 años Belgrano!!!! Y que vengan muchos más... por los siglos de los
siglos. Es el deseo de un hincha mas...
Juan
Jorge Baldessari
Fotos: 1) El bar del Club Belgrano en la década de 1950: Oscar Severini y Juan Forneris. - 2) El camión de Félix Carpi con hinchas de Belgrano en la vieja ruta 94 (La Angosta) - 3) Oscar SEverini pintando caricaturas de Divito.
*
Fotos: 1) El bar del Club Belgrano en la década de 1950: Oscar Severini y Juan Forneris. - 2) El camión de Félix Carpi con hinchas de Belgrano en la vieja ruta 94 (La Angosta) - 3) Oscar SEverini pintando caricaturas de Divito.
*
Gracias por publicar tan hermoso recuerdo, gracias Jorge Baldessari por evocar esos tiempos del Gral.y sus apasionados seguidores, que tiempos aquellos.........
ResponderEliminar