martes, 26 de febrero de 2013

Hilvanando historias

Publicado en "Acercar a la Gente" Nº 22 del 20/12/2000

 Celmira Carra nos transporta a tiempos en que los viajes a Europa se hacían en barco y la sastrería de su familia era un símbolo de Santa Isabel. 

  Perfil bajo. Así se puede definir, sintéticamente y en términos actuales, la vida de Celmira Carra. Sin embargo, la sencillez y la humildad de su voz y sus modos conviven con la firmeza de sus pensamientos y certidumbres. Por su forma de ser, estamos ante una persona no tan conocida para la mayoría de nosotros, pero que a sus casi 87 años recuerda con toda claridad pasajes de su vida y de la de sus familiares y la tierra de sus padres que alguna vez visitó reviviendo la epopeya de los inmigrantes de principio de siglo XX.

Recuerda también la sastrería familiar y muchas de las costumbres del Santa Isabel de ayer.
Cuéntenos como llegó la familia Carra a Santa Isabel.
= Mi papá se llamaba Atilio Tisiano Carra y mi mamá Irma Ruio, eran de dos pueblos vecinos en Lombardía, Italia. El viaje en barco duró 16 días, llegaron a Buenos Aires en la navidad de 1912 junto a los dos hijos que tenían, Kenzia y Luis -que en febrero del año siguiente falleció cuando tenía 23 meses- y el 28 de diciembre llegaron a Santa Isabel. Fueron a casa de una hermana de papá que estaba aquí, casada con Ansaloni. Ahí, en el campo, estuvieron algo más de un mes.
Era tiempo de cosecha y cuando terminó, con un charré fueron a Venado Tuerto. Compraron muebles usados y una máquina de coser para la sastrería de papá y se instalaron en una casa en la que mucho tiempo después estuvo "La Cantina" (Belgrano al 1140 - hoy hay un bar). Eran dos casas, nosotros vivíamos en la del frente y otra familia en la de atrás. Yo nací ahí el 13 de febrero de 1914. Después alquilamos otras casas hasta 1921.
  ¿La familia Ansaloni hacía mucho que estaba aquí?
= Mi abuelo Carra, que era sastre modisto se casó a los 31 años cuando mi abuela tenía 19 y tuvieron 8 o 9 hijos, y además de sus profesiones todos, todos eran músicos. Otros hermanos de mi papá vinieron a la Argentina, y una de ellas vino casada con Ansaloni. Ellos estaban por la zona de San Pedro, pero no les iba bien. Por medio de los Gilardoni se enteraron que la empresa Devoto y Cía. fraccionaba tierras en Santa Isabel, y entonces, como hicieron una buena cosecha, compraron campo acá.
  ¿Qué hizo su familia a partir de 1921?
= En ese año papá decidió volver a Italia. 

En el viaje de ida fuimos en "La Indiana", un viejo barco de guerra que tenía abajo dos secciones con cuchetas para que las mujeres y los hombres durmieran separados. Durante días no vi más que agua, cuanto mucho alguna isla. Recuerdo que cuando llegamos a Dakar la gente gritaba porque decían que se iba a hundir, también que pasamos el estrecho de Gibraltar de noche.
Papá había comprado en Buenos Aires, antes de salir, cuatro reposeras y según como venía la marea se corrían de un lado para el otro. Era un barco antiguo y tenía las barandas separadas y mi mamá tenía miedo por mi hermana menor, Iride, que era chica y siempre andaba por ahí y también por Luis. Luis Víctor era hermoso, el más chico, tenía un año y algo, apenas hablaba y quería volverse, decía "vamos a Santa Isabel".
En Italia, entre idas y vueltas estuvimos un año. Primero pasamos 15 días en Génova, porque una hermana de mi mamá tenía un negocio ahí, y después nos fuimos al pueblo de mi papá. Llegamos como a las dos de la tarde y se ve que sabían que estaríamos por llegar porque algunos vecinos del pueblo decían ¡ahí vienen los brasileros!! ¡ahí vienen los brasileros!! La argentina sumaba poco.
  ¿Allí conoció a sus abuelos?
= Conocí a mi abuelo por parte de madre, mi abuela hacía poco que había fallecido y mi mamá nunca supo de qué murió; no le habrán querido decir el porqué. Para mi mamá fue muy triste ese viaje.
Él era veneciano, uno de doce hermanos, y se fue a Lombardía. Consiguió trabajo en un pueblo llamado San Luis Gonzaga, en la casa de unos judíos muy ricos que tenían un palacio con 40 habitaciones y dos leones grandes de bronce a la entrada. Había estatuas por todo el parque. Ahí tenían conservadoras, helados, había chef, planchadoras... Era un lugar divino. Vivía en la casa que le daban los dueños y como tenía conocimientos de botánica estaba a cargo del parque y los jardines.
Y mi mamá era de ese pueblo, cerca del de mi papá, Brusatazo. Había que cruzar una vía y estaba a unos dos o tres kilómetros. Por esa zona pasa el río Po y ellos se bañaban ahí. Es una zona de llanura, parecida a la nuestra.
También conocí a los padres de mi papá, mi abuela y mi abuelo que estaba enfermo y murió cuando nosotros estábamos allá.
  ¿Cuando decidieron regresar?
= La que quiso venirse fue mi mamá. Papá estaba por hacer un negocio con un cuñado, iban a comprar en otra ciudad un negocio de venta de ropa y mi mamá le dijo: "no firmes nada porque nos volvemos a la Argentina".
Nosotros llegamos allá en verano y salimos en invierno. El invierno allá es vistoso porque la nieve va cayendo sobre las tejas del techo de las casas. Me acuerdo que jugábamos con la nieve...
Regresamos para la Pascua del '22.
  ¿Como consiguieron el dinero para realizar el viaje? 
= Acá había una banda de músicos y mi papá le hizo todos los trajes, y con esa plata y otra que tendría, se pagó el viaje a Italia.
  ¿Qué hicieron cuando regresaron aquí?
= Fuimos a vivir a lo que ahora es la panadería de Palau (Gral López al 1050) y papá siguió con su trabajo de sastrería.
Pero Justo Vázquez (padre), que se estaba preparando para ir a España, le ofreció a préstamo una casa suya (Gral. López 980). Y ahí estuvimos hasta que regresó después de unos dos años. Trajo unas 30 personas de España, parientes y amigos, algunos se quedaron, otros se fueron a otros lugares o volvieron a España.
Mientras tanto papá había mandado a construir unas habitaciones y la sastrería.
Cuando terminó de pagar eso, Vázquez le vendió el terreno del frente (Sarmiento al 1040) donde Calcaprina y Dazzi hicieron la casa nueva en el '28. Pero vino la crisis del '30 y mi papá estaba desesperado, no había trabajo, nada. Entonces, para terminarla, sacó un crédito hipotecario que, entre todos, pagamos durante muchos años.
Calcaprina había venido con nosotros en el mismo barco desde Italia.
  ¿Que nos puede contar de la sastrería?
= Kenzia empezó a los 13 años a trabajar con mi papá y después estuvo 12 años trabajando en una casa de modas de Buenos Aires donde ganaba muy bien. Ella aprendió todo de mi papá.
Yo hacía pantalones y chalecos, antes lo hacía mi mamá, pero como tenía que atender la casa, me dejaron a mi. Cuando yo tenía unos 15 años mi papá me dijo que me tenía que dedicar a la confección. Compró revistas de modas, con patrones de modelos y escuelas que enseñaban. Me inscribí en una y con eso y los consejos de papá aprendí. ¡Las veces que he trabajado hasta las 4 de la mañana! Había épocas del año en la que se trabajaba mucho más, con el cambio de estación.
  ¿Cómo vestía la gente en aquel entonces? 
= Casi todos vestían bien, todos tenían sus trajes. Las mujeres también, mi papá hacía el traje saco, para las mujeres. Él, cuando vino acá, vestía al estilo europeo, siempre le gustó el pantalón del tipo francés, y acá se usaban con la cintura arriba y llenos de botones, hasta que pudo imponer la moda europea. Como yo, era muy observador, viajaba seguido a Buenos Aires o Rosario y después nos contaba lo que había visto.
La gente del campo usaba mucho la bombacha. Muchos eran extranjeros, no argentinos, que se vestían como gauchos. Los domingos todo el mundo se ponían la mejor ropa, para dar la "vuelta al perro". Para todos los días se usaba mucho el saco y pantalón, pero eso ya no era confección.
  ¿Ustedes vendían las telas?
= No teníamos telas para vender. En esos viajes a Buenos Aires compraba algunos cortes de género o traía el muestrario y después se mandaban a buscar, y si no la gente traía la tela. Algunos viajaban a Venado Tuerto y traían el género.
  ¿Solamente confeccionaban trajes?
= También hacíamos trajes de novia, eran de mucho trabajo. A mi los vestidos muy extravagantes nunca me gustaron, siempre me gustó la ropa sencilla, lo clásico, pero por ahí te pedían algo especial y tenías que hacerlo... Yo bordaba, ponía lentejuelas, hacía ramos de flores... casi todo a mano.
  ¿Había otras sastrerías en Santa Isabel?
= La nuestra no fue la única. Por ejemplo estaba Furlán (que se volvió a Italia), después vino Varela y su socio, Paz, que estaban adonde hoy esta la E.P.E. (Gral. López 1126). Paz se separó de Varela y puso la sastrería donde hay ahora una peluquería (San Martín al 1273). Eran cuatro o cinco.
  ¿Este negocio les permitió vivir bien?
= Nosotros vivimos más o menos bien. No como ricos, hay que ser realistas. Porque además, mi papá tocaba el violín, se había recibido en Italia y a poco de llegar acá empezó a tocar en una orquesta, iban por todas partes, a los bailes de la Sociedad Italiana... Y lo que ganaba era para mantener la familia.
  ¿Cuando comienza a decaer el trabajo?
= En el año '50 vino un primo mio con unos 30 italianos. En aquel entonces esos italianos traían mocasín y pantalones de jean. A partir de ahí el trabajo de sastrería comenzó a mermar y a verse mucha ropa industrializada. La sastrería estuvo hasta fines de los '60, cuando me jubilé.
  ¿Le gustaba hacer este trabajo?
= En la vida algo hay que hacer. Uno no tiene muchos medios y de algo hay que vivir con honestidad, pero si volviera a nacer, modista no sería. Me gusta y lo hice siempre con cariño, pero es una vida de esclavos y con pocas satisfacciones. Ahora la gente se compra una prenda y así como la compra se la pone y sale, pero antes, porque te pagaban tu trabajo tenían unas exigencias bárbaras.
Yo siempre tuve miedo, miedo de todo, miedo de cobrar... Y mi papá me decía, vos tenés que cambiar porque así no puede ser. Él me daba consejos, y todo lo que he aprendido es de él.
  Pero también fue a la escuela... 
= Empecé a ir a la escuela cuando tenía 9 años, a la 179 que estaba de Chiesa (Francia al 1209), ahí estaba Digiorno de director. En matemáticas era floja, en lo demás no. Después fuí de un maestro, D'agostino, que daba clases en la casa que ahora es de Risso (San Martín al 1157). Había otro maestro, el de la moto, que le decían y también una señora, que el esposo era de la tienda Bandera Blanca (San Martín y Belgrano). Ahí dos señoritas de Buenos Aires daban clases, tenían muchos conocimientos, hasta de teatro.
  ¿Cómo ve la época actual?
= En la vida te pasan muchas cosas, buenas y malas. Uno la vivió de acuerdo a la época. Hoy no todo es lindo, ni todo es santo, ni todo es bueno. Porque se ha perdido todo. Los valores humanos se están perdiendo. No digo de lo que puedas ver en televisión, si una mujer se desnuda o no, eso no me interesa, cada uno que haga la vida que le guste. Pero es que ya no se tiene la seriedad que había antes. No siempre podés confiar, la palabra hoy ya no cuenta, antes tenía más valor.

Celmira ya no está en aquella casa que tanto costó pagar. La economía cruel, el paso del tiempo hizo que, muy a su pesar, debiera dejarla. Vive modestamente gracias a una magra jubilación y a la ayuda de muy pocos, escribiendo cartas, con letra clara y firme a parientes lejanos. Como tantos de su edad, es depositaria de recuerdos y conocimientos que no siempre aprovechamos.
 
 *     *


2 comentarios:

  1. Muy linda historia,yo conocí casi toda la flia se decía q las hermanas Carr a eran exelentes modistas eran una competencia con ....

    ResponderEliminar
  2. Eran competencia con las hermanas Rusigñoli exelentes también....

    ResponderEliminar

Tus palabras siempre son bienvenidas. Gracias por comentar.