Publicado en "Acercar a la Gente" Nº 88 del 16/05/2008
En
el relato que se publicó en la edición anterior se han enlazado dos
figuras muy disímiles, totalmente opuestas en todos los aspectos, tanto
en las escalas sociales donde se movían como en sus convicciones
políticas, culturales y, tal vez, en sus creencias religiosas.
Tomamos este espacio
para ocuparnos del segundo de nuestros personajes, Justo, Justito o el
Gallego como generalmente se lo denominaba. Hombre controvertido, dueño
de un fuerte temperamento, activo dirigente político, admirado por
muchos, no querido por otros tantos y hasta odiado en algunos casos.
Actuó en la sociedad que lo rodeó, con buenos éxitos y con rotundos
fracasos... también.
Oportunamente determinó cerrar definitivamente su comercio de ramos generales. Lo hizo de un día para otro, sin dar mayores explicaciones, no estaba quebrado ni mucho menos. Tal determinación creó ciertas incertidumbres, sus clientes y proveedores no salían de su asombro y de ahí en más comenzaron a correr los mil y un comentarios, y a crearse situaciones engorrosas y problemáticas. Una de estas situaciones originan este recordado episodio.
La mayoría de sus clientes provenían del campo. Eran pequeños y medianos productores agropecuarios, "los colonos " como también los "propietarios", que se diferenciaban de aquellos por ser dueños de la tierra, mientras que los primeros eran arrendatarios. Era común y costumbre que esta clientela se proveyera durante todo el año de sus insumos y necesidades en el negocio, pagando generalmente con las entregas de las cosechas. Tales arreglos de cuentas se efectuaban cada 6 meses o una vez por año, siendo esta última modalidad la más usual.
El cierre comentado tomó por sorpresa a los usuarios de estos sistemas, muchos de los cuales no habían saldados sus deudas, algunos hallándose muy atrasados. Éstos fueron los que quedaron en situaciones más comprometida pues tenían que entregar sus granos a otros acopiadores y con esos recursos saldar su deuda y seguir viviendo. La cuestión era dificultosa.
Varios, los menos, creyeron que con la finalización de las actividades comerciales de la empresa se verían beneficiados; tal vez sus obligaciones quedarían canceladas. Lo mejor sería no insistir al respecto, mejor no andar averiguando, en una de esas todo se olvidaría.
Cuán equivocados estaban, eso no estaba ni por asomo en la mente del Gallego. ¡El que debía tenía que pagar !
Domingo, pequeño chacarero, estaba muy metido. Fue uno de los que se olvidó de la cuenta; ni se preocupó demasiado sobre el particular. Por el contrario, Justito lo tuvo muy presente y comenzó por enviarle avisos, recordatorios y notas acerca de su situación. Al no obtener repuestas inició las acciones legales pertinentes. Las actuaciones respectivas siguieron su curso, las citaciones y reclamos continuaron sin lograr su propósito específico, hasta que llegó la instancia final ¡ el embargo !
Una mañana, promediando la misma, se apersonaron a la vivienda de Domingo, un oficial de justicia, un agente de policía y el señor Justo. Su misión consistía en hacer efectivo el embargo, para tal fin confiscarían algún animal, herramientas u otras pertenencias de valor, con el objeto de tratar de cubrir lo adeudado. Como el dueño de casa no se hallaba, fueron atendidos por su esposa. La mujer supuso de inmediato, al ver a sus visitantes, de que algo importante venían hacer. Al momento pidió las explicaciones pertinentes y cuando supo la misión que traían reaccionó violentamente, increpó duramente a los actuantes, principalmente a su acreedor y, de inmediato, penetró a la humilde casa.
A los pocos instantes regresó esgrimiendo un revolver, apuntó a la cabeza del señor Justo y oprimió el gatillo!... El disparo no se produjo... El policía y su acompañante actuaron con premura y lograron desarmar a la agresora. La pobre mujer cayó en una profunda crisis nerviosa, gesticulaba y gritaba desaforadamente: "¡Dios mío, cuando se entere, mi marido me mata!... ¡Sí, me mata... cómo pude hacer esto! ¡Hay Dios, qué va a ser de mi!". Pidió perdón y rompió en un inconsolable llanto.
Los presentes comenzaron a tratar de calmarla, pero no lograban conformarla, hasta que intervino Justito, quien le aseguro que de su parte haría de cuenta que ¡ahí no había pasado nada!, que no efectuaría denuncia alguna y que sus acompañantes actuarían del mismo modo; que permaneciera tranquila, que todo quedaría en suspenso hasta que hablara con su esposo y que, con seguridad, hallarían la forma de buscar una solución al asunto.
Estas palabras y el pedido efectuado al policía para que le devolviera el arma calmaron a la señora que terminó agradeciendo tal actitud.
El guardián del orden, antes de proceder a lo solicitado, abrió el revolver para verificar si estaba cargado. De ser así le quitaría los proyectiles, a lo que Justo se opuso, pidiéndole que lo reintegrara tal como estaba, que no temiera, que con seguridad no pasaría nada, no había peligro alguno. Al realizar la maniobra, el agente constató que el arma poseía todas las balas, menos una, la que debía dispararse en el primer intento. Ese fue el motivo de la falla que evitó, con seguridad, un lamentable hecho de sangre.
Al día siguiente Domingo fue a ver a Justito. Le pidió reiteradamente disculpas por lo acaecido y le dijo que trataría, de alguna forma, de saldar la deuda, pero que por favor lo esperara algún tiempo hasta que mejorara su situación. "¡Bueno hombre!", dijo Justo, "ya veremos como arreglamos la cuestión, seguramente le encontraremos la vuelta... pero quiero que me expliques...¿¡porque le faltaba una bala al revolver!?
"Verá don Justo", le confió Domingo, "yo siempre tomo la precaución de dejar vació el primer lugar del tambor, de manera que no se produzca un tiro accidental, como en este caso"
"¡Esta vez no se trató de ningún accidente, che!, le contestó, "si no hubiera sido por esa, tu precaución, tu mujer me liquida; la verdad que tengo que agradecerte, realmente nací de nuevo, gracias a esa previsión".
Epílogo: Sobre este episodio se tejieron un sin número de comentarios, algunos muy cercanos a la realidad, otros fuera de ella y, también, los totalmente exagerados que rayaron lo tragicómico. Hubo uno, que parece muy improbable, que aseguraba que Justo había condonado la deuda a raíz de esta afortunada previsión de Domingo. No se sabe como se solucionó el conflicto entre acreedor y deudor, no se indagó en absoluto sobre el tema, esa circunstancia no tiene relevancia alguna en esta historia.
C.O.S.
Otras notas de C.O.S.
- Yaco. ¡Un personaje singular!: http://isabelense.blogspot.com.ar/…/yaco-un-personaje-singu…
- Amancio, un humilde obrero estibador: http://isabelense.blogspot.com.ar/…/amancio-un-humilde-obre…
- La Previsión: http://isabelense.blogspot.com.ar/2013/03/la-prevision.html
- Otra de Yaco : http://isabelense.blogspot.com.ar/2013/12/otra-de-yaco.html
* *
Oportunamente determinó cerrar definitivamente su comercio de ramos generales. Lo hizo de un día para otro, sin dar mayores explicaciones, no estaba quebrado ni mucho menos. Tal determinación creó ciertas incertidumbres, sus clientes y proveedores no salían de su asombro y de ahí en más comenzaron a correr los mil y un comentarios, y a crearse situaciones engorrosas y problemáticas. Una de estas situaciones originan este recordado episodio.
La mayoría de sus clientes provenían del campo. Eran pequeños y medianos productores agropecuarios, "los colonos " como también los "propietarios", que se diferenciaban de aquellos por ser dueños de la tierra, mientras que los primeros eran arrendatarios. Era común y costumbre que esta clientela se proveyera durante todo el año de sus insumos y necesidades en el negocio, pagando generalmente con las entregas de las cosechas. Tales arreglos de cuentas se efectuaban cada 6 meses o una vez por año, siendo esta última modalidad la más usual.
El cierre comentado tomó por sorpresa a los usuarios de estos sistemas, muchos de los cuales no habían saldados sus deudas, algunos hallándose muy atrasados. Éstos fueron los que quedaron en situaciones más comprometida pues tenían que entregar sus granos a otros acopiadores y con esos recursos saldar su deuda y seguir viviendo. La cuestión era dificultosa.
Varios, los menos, creyeron que con la finalización de las actividades comerciales de la empresa se verían beneficiados; tal vez sus obligaciones quedarían canceladas. Lo mejor sería no insistir al respecto, mejor no andar averiguando, en una de esas todo se olvidaría.
Cuán equivocados estaban, eso no estaba ni por asomo en la mente del Gallego. ¡El que debía tenía que pagar !
Domingo, pequeño chacarero, estaba muy metido. Fue uno de los que se olvidó de la cuenta; ni se preocupó demasiado sobre el particular. Por el contrario, Justito lo tuvo muy presente y comenzó por enviarle avisos, recordatorios y notas acerca de su situación. Al no obtener repuestas inició las acciones legales pertinentes. Las actuaciones respectivas siguieron su curso, las citaciones y reclamos continuaron sin lograr su propósito específico, hasta que llegó la instancia final ¡ el embargo !
Una mañana, promediando la misma, se apersonaron a la vivienda de Domingo, un oficial de justicia, un agente de policía y el señor Justo. Su misión consistía en hacer efectivo el embargo, para tal fin confiscarían algún animal, herramientas u otras pertenencias de valor, con el objeto de tratar de cubrir lo adeudado. Como el dueño de casa no se hallaba, fueron atendidos por su esposa. La mujer supuso de inmediato, al ver a sus visitantes, de que algo importante venían hacer. Al momento pidió las explicaciones pertinentes y cuando supo la misión que traían reaccionó violentamente, increpó duramente a los actuantes, principalmente a su acreedor y, de inmediato, penetró a la humilde casa.
A los pocos instantes regresó esgrimiendo un revolver, apuntó a la cabeza del señor Justo y oprimió el gatillo!... El disparo no se produjo... El policía y su acompañante actuaron con premura y lograron desarmar a la agresora. La pobre mujer cayó en una profunda crisis nerviosa, gesticulaba y gritaba desaforadamente: "¡Dios mío, cuando se entere, mi marido me mata!... ¡Sí, me mata... cómo pude hacer esto! ¡Hay Dios, qué va a ser de mi!". Pidió perdón y rompió en un inconsolable llanto.
Los presentes comenzaron a tratar de calmarla, pero no lograban conformarla, hasta que intervino Justito, quien le aseguro que de su parte haría de cuenta que ¡ahí no había pasado nada!, que no efectuaría denuncia alguna y que sus acompañantes actuarían del mismo modo; que permaneciera tranquila, que todo quedaría en suspenso hasta que hablara con su esposo y que, con seguridad, hallarían la forma de buscar una solución al asunto.
Estas palabras y el pedido efectuado al policía para que le devolviera el arma calmaron a la señora que terminó agradeciendo tal actitud.
El guardián del orden, antes de proceder a lo solicitado, abrió el revolver para verificar si estaba cargado. De ser así le quitaría los proyectiles, a lo que Justo se opuso, pidiéndole que lo reintegrara tal como estaba, que no temiera, que con seguridad no pasaría nada, no había peligro alguno. Al realizar la maniobra, el agente constató que el arma poseía todas las balas, menos una, la que debía dispararse en el primer intento. Ese fue el motivo de la falla que evitó, con seguridad, un lamentable hecho de sangre.
Al día siguiente Domingo fue a ver a Justito. Le pidió reiteradamente disculpas por lo acaecido y le dijo que trataría, de alguna forma, de saldar la deuda, pero que por favor lo esperara algún tiempo hasta que mejorara su situación. "¡Bueno hombre!", dijo Justo, "ya veremos como arreglamos la cuestión, seguramente le encontraremos la vuelta... pero quiero que me expliques...¿¡porque le faltaba una bala al revolver!?
"Verá don Justo", le confió Domingo, "yo siempre tomo la precaución de dejar vació el primer lugar del tambor, de manera que no se produzca un tiro accidental, como en este caso"
"¡Esta vez no se trató de ningún accidente, che!, le contestó, "si no hubiera sido por esa, tu precaución, tu mujer me liquida; la verdad que tengo que agradecerte, realmente nací de nuevo, gracias a esa previsión".
Epílogo: Sobre este episodio se tejieron un sin número de comentarios, algunos muy cercanos a la realidad, otros fuera de ella y, también, los totalmente exagerados que rayaron lo tragicómico. Hubo uno, que parece muy improbable, que aseguraba que Justo había condonado la deuda a raíz de esta afortunada previsión de Domingo. No se sabe como se solucionó el conflicto entre acreedor y deudor, no se indagó en absoluto sobre el tema, esa circunstancia no tiene relevancia alguna en esta historia.
C.O.S.
Otras notas de C.O.S.
- Yaco. ¡Un personaje singular!: http://isabelense.blogspot.com.ar/…/yaco-un-personaje-singu…
- Amancio, un humilde obrero estibador: http://isabelense.blogspot.com.ar/…/amancio-un-humilde-obre…
- La Previsión: http://isabelense.blogspot.com.ar/2013/03/la-prevision.html
- Otra de Yaco : http://isabelense.blogspot.com.ar/2013/12/otra-de-yaco.html
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