miércoles, 6 de marzo de 2013

Golpe a golpe.

Publicado en "Acercar a la Gente" N° 39 del 15/10/2002

José Tombolini nos describe el duro trabajo del herrero de otros tiempos. 
 
Sólo basta correr el telón imaginario para encontramos parados en medio del siglo XX con escenarios naturales como chacras y quintas pobladas de colonos que siempre necesitaban una herramienta para trabajar la tierra o un vehículo con que trasladarse o mover su producción. Es el tiempo en que proliferaban los arados y los carros, chatas o sulkis tirados por caballos y en el que José Tombolini trabajaba el hierro y la madera para repararlos o armarlos.

Hasta hace unos pocos años todavía podía verse algún que otro sulki, rezagado en el tiempo, frente a su galpón de la esquina de Mitre y Misiones esperando su restauración. Hoy, ante la escasez de población rural y la instalación definitiva de otra realidad tecnológica es una rareza encontrar por algún camino de campo o en una chacra artefactos de este tipo.

Pero José, que ha sido herrero toda su vida, aún conserva la experiencia ganada a golpe de maza contra el hierro caliente y continúa rodeado de las herramientas que le sirvieron para ganarse el sustento propio y el de sus hermanos. Allí, en la vieja herrería, están la fragua, la bigornia, la piedra esmeril, la cizalla, la soldadora autógena, la morsa, la maza y tanta otras más. Allí también está su vida que en esta oportunidad recorremos.



Cuéntenos sobre sus primeros años, su edad, donde nació...
=Ahora tengo 85 años cumplidos. Nací en Alcorta, de ahí nos fuimos a un boliche de campo en Villa Cañás, La Encadenada, y después de un tiempo a otro lugar que estaba de Wheelwright como 6 o 7 leguas para el lado de Alcorta. Siempre trabajábamos de herreros.
¿Su papá era herrero y Ud. fue aprendiendo de él?
=Si, yo aprendí de él. Era italiano y vino sabiendo el trabajo de Italia. Trabajaba en la reparación de las atadoras, las máquinas que cortaban el trigo y hacían los fardos. El viejo iba al campo a repararlas, por eso estaba poco acá. En el tiempo de la cosecha había trabajo en la herrería y mi papá salía al campo, lo buscaban todos porque era bueno para eso, el siempre salía especialmente en tiempo de cosecha.
Murió joven, a los 51 años y mi mamá a los 90. Nosotros somos 8 hermanos, yo soy el mayor.
¿Y Ud. debió hacerse cargo de la familia?
=Si, porque yo quedé solo con mi mamá, después los otros se casaron...
¿Cuando vinieron a vivir a Santa Isabel?
=Cuando vine acá tenía 20 años, en 1937, que fue cuando me tenía que tocar el servicio militar. Me llevó el viejo a Rosario; yo me crié en el campo y me acompañó mi viejo, estuvimos 5 días y después me largaron.
¿A esta casa y el galpón lo hicieron hacer Uds. o ya estaba cuando vinieron?
=En este barrio no había nada, la gente pasaba por arriba de este solar. Pusimos un albañil y le compramos los ladrillos a Cucco. Apenas estuvo terminado empezamos a trabajar en la herrería. Al poco tiempo falleció papá.
¿En que se especializaban?
=En herramientas de campo, sulkys, chatas, carros... esos carros de 3 metros, con rueda de madera.
¿Ustedes hacían las ruedas?
=Las armábamos nosotros, hacíamos la parte de carpintería y herrería. A los rayos de los sulkis a veces lo hacíamos nosotros o si no los comprábamos. Mi viejo se iba a Rosario, compraba los rayos y también madera y después el transporte de Pellegrini se la traía; en la vereda siempre había una pila grande de maderas, nunca faltaban. A la parte de alrededor de la rueda de los sulkis, la parte redonda, también la comprábamos, venía con la forma en dos partes. Pero a las ruedas de las chatas las hacíamos acá, eran varias partes cortas de madera que armábamos con los rayos y después había que engancharlas con la llanta.
¿Cómo hacían para ponerles la llanta?
=Las de sulki eran fácil poner, pero las de carro muy difícil. Una vez que la parte de madera estaba armada hacíamos el zuncho de hierro a medida de la rueda, había un aparato que le daba la forma. El suncho o la llanta no entraba en la rueda entonces la calentábamos para que al dilatarse la pudiéramos poner. A la rueda la teníamos armada en el suelo, entonces le colocábamos el zuncho caliente a golpes y enseguida lo enfriábamos para que no quemara la madera. Al enfriarse se achicaba y apretaba la madera y ya no se desarmaba más.
Tenían herramientas de carpintería...
=Había sierra circular, cepilladora, tupí.... todo. A la sierra la tuve que vender cuando estaba enferma mi mamá.
¿También herraban caballos?
=También. Nosotros hacíamos las herraduras y había una persona que venía a ponérselas a los caballos. Trabajábamos el hierro, le dábamos la forma, las hacíamos y él las ponía. Porque las herraduras no son todas iguales, según las patas de los caballos es el tamaño y la forma.
¿Han tenido mucho trabajo?
=No dábamos abasto. Había un galpón lleno de chatas y sulkis, todos para arreglar. Era el tiempo en que se trabajaba mucho con los carros en la cosecha.
En los años en que había sequía, las rejas daban mucho trabajo. Había que levantarse y empezar a la 5 , meta y ponga hasta las doce, y a la tarde también; en verano más trabajo todavía. Nosotros afilábamos las rejas de los arados, y después apareció el sementado, se les ponía un acero especial que las hacía durar más. Había que cementarlas y pasarles la piedra, era mucho.
Tenía unos cuantos clientes buenos que siempre me traían estos trabajos.
¿Qué otros trabajos hacía?
=Tenía la máquina de hacer tejidos de alambre, tejidos chancheros o para las quintas. Cuando estábamos en La Encadenada vendíamos mucho, traíamos acá para vender.
También arreglaba cocinas a leña, hacía de todo.
¿Trabajaba Ud. solo o le ayudaban?
=Cuando quedé solo, una persona me venía a ayudar y también estaba mi hermano Roberto, que ya falleció. El después entró a trabajar en la estancia La Lyda y estuvo 20 años ahí, me traía algunos trabajos. Desde esa época que trabajé solo.



Aquí hay herramientas que tienen muchos años, por ejemplo la fragua. Háblenos de ella.
=Hará unos cuarenta años, más o menos, que vino mi cuñado y le instaló el motor eléctrico, antes le dábamos aire a mano, tenía un fuelle. Un día vino un viajante conocido, y me dijo "te mando una fragua y una piedra esmeril, que yo se que vos me la vas a pagar"; y se la pagué de a poco.
¿Cómo se suelda con la fragua ?
=Para prenderla se hace fuego sobre el carbón de piedra y después se le da aire para que prenda, cuando el carbón de piedra agarró ya se pueden poner los fierros para que se calienten y poder trabajarlos. Poníamos entre medio de los fierros un pedacito de una tela especial que venía, después le poníamos un remache y lo calentábamos y cuando estaba al rojo le dábamos golpes con la masa hasta que se soldaba.
La bigornia también tiene su historia...
= Si, tiene muchos años, la compré yo en Rosario, pesa 80 kilos y le falta un pedazo, despacito, despacito, de tanto golpear se le salió. Yo usaba más la parte redondeada para darle forma a los zunchos de las ruedas de los carros.
¿Qué herrerías había en Santa Isabel?
=Estaban los Pennacchietti y también Borggiani.
¿Recuerda alguna anécdota de este lugar?
=Acá adentro, en la herrería, hicimos bailes. Los fines de semana sacábamos las cosas, hacíamos lugar, limpiábamos y después ya podíamos hacer los bailes. Comíamos algún asado, algún cordero... Venían amigos, parientes y unas cuantas chicas. Poníamos una victrola o a veces venían los Carpi a tocar, y así nos divertíamos.
¿Hasta cuando trabajó en la herrería?
=Y... hasta hace uno dos o tres años. Aunque ahora tampoco hay trabajo del que yo hacía. A los sulkis que hay le ponen las ruedas de gomas y arados ya no se usan tanto.
Algunos trabajos chicos hago, chucherías. Ahora soy jubilado.
¿Le ha dado ganancias este oficio?
=Si, casi siempre se ha ganado bien.
¿Siempre cobró los trabajos?
=Je, Je. Alguno han quedados perdidos, pero clavos grandes nunca he tenido.


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