Publicado en "Acercar a la Gente" Nº 113 del
20/09/2010
En Argentina, los fortines fueron puntos
estratégicos para la conquista de los territorios
ocupados por los pueblos originarios que, una vez
concluida la misma, en nuestra región dio paso a la
instalación de colonos, muchos de ellos inmigrantes
europeos que iniciaron la transformación hasta llegar a
la fisonomía humana y económica de la actualidad.
En esta batalla contra los aborígenes se construían líneas de fortines que avanzaban dentro del "desierto", territorio no controlado por los españoles o, luego, por los criollos y que, ocasionalmente, retrocedían ante los contraataques de los indígenas. En estas líneas, bastante móviles, los fortines solían estar separados entre sí por unas pocas leguas.
Las dos principales líneas de fortines se encontraban una al sur, en la región pampeana y el Cuyo, otra al norte, en la región chaqueña.
Como parte de la línea de la región pampeana, en 1776 se levantaron los fuertes de Melincué, India Muerta, Pavón y Esquina. Así la zona de Santa Isabel quedó fuera de las líneas fronteras hasta que entre 1852 y 1864, aproximadamente, se crean los fortines "Chañar", en Teodolina, "Estaqueadero" en Villa Cañás, "El Hinojo" y "El Zapallar" en Venado Tuerto, "Loreto" en Maggiolo, "Las Tunas" en Arias, Alejo Ledesma y Río Cuarto, en Córdoba. Luego seguirían otros fortines, en las líneas de San Luis y Mendoza.
Este era el planteamiento de las líneas que resguardaban, en conjunto, desde el norte bonaerense, Santa Fe al sur, Córdoba, San Luis y Mendoza.
Para sus habitantes la vida en un fortín no era fácil, la alimentación era mala, estaban mal vestidos y podían ser castigados por cualquier motivo, los soldados ni siquiera tenían la certeza de recibir la paga a tiempo. Debido a su valor estratégico, los caballos -sin los cuales no se podía salir detrás de los indios- eran más importantes que los hombres. Por las noches, pese a las bajísimas temperaturas, los animales eran los únicos que tenían mantas aseguradas.
En esta batalla contra los aborígenes se construían líneas de fortines que avanzaban dentro del "desierto", territorio no controlado por los españoles o, luego, por los criollos y que, ocasionalmente, retrocedían ante los contraataques de los indígenas. En estas líneas, bastante móviles, los fortines solían estar separados entre sí por unas pocas leguas.
Las dos principales líneas de fortines se encontraban una al sur, en la región pampeana y el Cuyo, otra al norte, en la región chaqueña.
Como parte de la línea de la región pampeana, en 1776 se levantaron los fuertes de Melincué, India Muerta, Pavón y Esquina. Así la zona de Santa Isabel quedó fuera de las líneas fronteras hasta que entre 1852 y 1864, aproximadamente, se crean los fortines "Chañar", en Teodolina, "Estaqueadero" en Villa Cañás, "El Hinojo" y "El Zapallar" en Venado Tuerto, "Loreto" en Maggiolo, "Las Tunas" en Arias, Alejo Ledesma y Río Cuarto, en Córdoba. Luego seguirían otros fortines, en las líneas de San Luis y Mendoza.
Este era el planteamiento de las líneas que resguardaban, en conjunto, desde el norte bonaerense, Santa Fe al sur, Córdoba, San Luis y Mendoza.
Para sus habitantes la vida en un fortín no era fácil, la alimentación era mala, estaban mal vestidos y podían ser castigados por cualquier motivo, los soldados ni siquiera tenían la certeza de recibir la paga a tiempo. Debido a su valor estratégico, los caballos -sin los cuales no se podía salir detrás de los indios- eran más importantes que los hombres. Por las noches, pese a las bajísimas temperaturas, los animales eran los únicos que tenían mantas aseguradas.
Los soldados se levantaban al alba y trabajaban todo el día. Atendían la caballada, fabricaban adobe, cavaban fosas y preparaban la tierra destinada a chacras estatales, al margen de las patrullas cotidianas. Las mujeres de la tropa eran consideradas como fuerza efectiva de los cuerpos; se les daba racionamiento y, en cambio, se les imponían también obligaciones: lavaban la ropa de los enfermos, y cuando la división tenía que marchar de un punto a otro, arreaban las caballadas.
Muchos años después las líneas pasaron a ser ajustadas de soldados, debido a que durante las guerras que se sucedían, los soldados iban a servir a la "patria grande" y es entonces cuando los hombres criollos, peones de campo, son convocados a prestar servicios en los fortines. Hacia finales de los 1880's la función de los fortines en la "lucha contra el indio" (tal era la frase más suave que se usaba) se volvió obsoleta y estos comenzaron a desaparecer.
El lugar donde se levantaba el fortín El Estaqueadero se encuentra en el distrito de Villa Cañás, pero por estar ubicado sobre el límite con el de nuestra localidad, podemos considerar al sitio como parte de la historia previa a la creación de Santa Isabel.
Según informaron al semanario El Orden los
investigadores cañaseños Horacio Flores y Marcos
Basabilbaso, El Estaqueadero estaba emplazado al pie de
la antigua laguna de Cantenys, tierras que se suponen
aún fiscales. Según pudieron precisar, lo que hoy se
puede hallar en el lugar es un piso que ha sido quemado,
muy bien alisado y nivelado hace muchísimos años. Esto
no es casualidad y se podría asegurar que es el resto
del piso de una choza o habitación del fortín.
Estiman que eso pudo haber sido el fortín ya que en sus alrededores han encontrado osamenta humana "en línea", como si hubiera sido un enterratorio. Lo más probable, por su antigüedad es que haya sido el cementerio del emplazamiento.
Otro detalle importante es que en la topografía actual del terreno muestra desniveles hechos por la mano del hombre.
El terreno muestra una zanja o camino que rodeaba el fortín para protegerlo del indígena. Todo indica que la estructura del terreno fue modificada por la mano del hombre, aunque la laguna, con el paso de los años y de las consiguientes inundaciones, se fue agrandando y alcanzó el lugar del emplazamiento de la fortificación, que ahora se encuentra sobre las barrancas.
Los estudiosos agregan que otro detalle para mencionar es que la laguna mencionada tiene muy bajo contenido de sal y, muy cercana a ella, existe otra laguna de agua dulce que bien podía servir para consumo humano. Es decir que podían tener aljibe como depósito de agua.
Para llegar al sitio, hay que viajar desde Santa Isabel por ruta 94 hacia Villa Cañás unos 7,5 km. luego girar a la derecha e ingresar a un camino que divide los distritos. Por él hay que recorrer 8,5 Km, hasta un punto en el que hay una pequeña curva hacia la derecha. Allí se puede divisar parte de lo que habría sido el fortín El Estaqueadero.
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