Publicado en "Acercar a la Gente" Nº 67 -
05/05/06
José
Arredi, apodado el "Rubio de la Galera" fue, en los comienzos de
nuestro pueblo, una figura muy conocida por el trabajo que realizaba.
Como tantos otros de aquellos tiempos, su historia comienza en Europa,
más precisamente en Novi Ligure, Italia, cuando nació en abril de 1879.
Como tantos otros también, viajó solo a la Argentina en busca de nuevos
horizontes. Luego de un largo viaje en un barco llamado "Reina Elena"
llegó al país y se afincó en Villa Cañás, en 1904.
Su cuñado, Juan Pisani tenía en ese entonces una galera con la que trasladaba correspondencia y pasajeros entre Carmen y Villa Cañás, pero para hacer más fácil el trayecto, para poder realizar el recambio de caballos y continuar el viaje, decidió alquilar una quinta, que muchas décadas después se la conoció como la quinta de Fabián, ahora en ruinas, ubicada sobre Avenida Santa Fe, detrás de la cancha del Club Belgrano.
Arredi, por consejo de su cuñado fue a
vivir a ese lugar y también compró una galera, más pequeña, con la que
también transportaba correspondencia y pasajeros.
Su nieta, Elba Fachini nos cuenta que esto
ocurría cuando Santa Isabel recién había nacido, y que su abuelo
comenzó a realizar estos viajes desde las estaciones de Chapuy y de Otto
Bemberg (mucho después llamada Rastreador Fournier) a Santa Isabel,
entregandole la correspondencia a quien ejercía de estafetero, el Sr.
Rafael Di Giorno, y dejando los pasajeros en la fonda de Basignani que
estaba situada en Santa Fe y Mitre, adonde ahora hay una carnicería.
Estos trayectos los hizo durante muchos
años. Primero cuando se construía el ferrocarril, llevando y trayendo a
la gente que trabajaba en la obra y luego a los pasajeros que llegaban a
esas estaciones. Era un trabajo que le dejaba buenas ganancias.
Tal vez por eso, una noche fue asaltado por
la banda del Pibe Cabeza y, además de recibir un golpe en la nuca con
la culata de un revólver, que lo llevó a consultar inmediatamente al
médico del pueblo, también se hizo acreedor de amenazas de muerte para
él y su familia si tenía la ocurrencia de realizar la denuncia policial.
Después de esto, el Rubio de la Galera ya
no quiso seguir con el negocio. Viajó un tiempo más acompañado por
alguno de sus hijos y luego vendió el carruaje, allá por 1930, al Sr.
Lori, quien siguió transportando la correspondencia de la localidad.
Foto ilustrativa. |
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