miércoles, 20 de julio de 2016

Gelato fatto in casa - Primeros heladeros

Por Norberto Oscar Dall’Occhio


Durante los veranos de finales de la década de 1930 y comienzos de la década de 1940 era habitual la presencia en las calles del pueblo de los heladeros ambulantes.

Eran personajes especiales, quienes totalmente vestidos de blanco, incluido el gorro -a pesar del rigor del calor y en plena siesta-, recorrían las desiertas y polvorientas calles montados sobre un triciclo con sombrilla o empujando con las manos un carrito con capota ofreciendo helados artesanales. Como decían algunos italianos “gelato fatto in casa”.

Mucha gente estaba en plena siesta pueblerina, cuando a eso de las tres de la tarde empezaba a sonar el cornetín que anunciaba la próxima presencia del heladero frente a su domicilio.

Especialmente los chicos tenían un oído muy agudo para escuchar a la distancia el sonido del cornetín. Eso sucedía porque era muy común que los padres le prometieran un helado a los pibes si se portaban bien. Pero las personas mayores no se quedaban a la zaga. También lo esperaban ansiosamente para saborear esos ricos y refrescantes helados.

Los gustos para elegir eran solamente tres: crema, chocolate y limón.

Era interesante ver el ritual previo a la consumición. Con una señal, el heladero se detenía frente a la casa. De inmediato levantaba la tapa del carrito y preguntaba de qué gusto querían el helado. Entonces sacaba un molde rectangular de metal colocando una oblea en la base. Lo llenaba de helado y al final le ponía otra oblea. Es decir armaba un sandwich. A continuación oprimía un botón y un resorte hacía saltar automáticamente el emparedado. Lo rodeaba con un pequeño trozo de papel blanco, lo entregaba al interesado y a partir de allí empezaba un festín que alegraba el paladar del cliente. También si la persona se lo pedía le servía el helado en un vasito de oblea acompañado con una cucharita de madera.

En Santa Isabel había dos heladeros callejeros. Uno de ellos era Mario Miculán, que poseía un triciclo. El otro era Villalba, quién lo realizaba en un carrito de dos ruedas impulsado manualmente por él.

Más adelante este sistema de venta callejera dejó de funcionar. Por razones de salubridad, en la venta ambulante sólo se podían ofrecer helados con envases especiales. Los helados de marca no existían. En aquella época las heladerías solamente trabajaban durante los meses de verano. 


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