Por
Norberto Oscar Dall’Occhio
Se acercaban las fiestas de fin de año y comenzaban los preparativos para su festejo, aunque fuera de manera muy modesta. La Comuna en esos momentos era presidida por Santiago Raimondi. El país tenía un presidente de facto, el general Edelmiro J. Farrell, quien de
alguna manera facilitó la carrera política del entonces coronel Juan Domingo
Perón, que llegó a ocupar varios puestos claves en el Poder
Ejecutivo. Es decir, a partir de los
cargos que desempeñaba en el Gobierno, Perón comienza a lanzar
una corriente de pensamiento de carácter nacional y popular
de enorme gravitación en el país,
cuyos principios básicos aún
hoy tienen plena vigencia en nuestra vida política.
En lo deportivo Juventud Unida continuaba festejando
el título obtenido en el campeonato de la Liga Venadense de Fútbol y
Boca Juniors hacía lo mismo con
otro campeonato logrado en el fútbol profesional.
En
el orden internacional proseguía la
Segunda Guerra Mundial. Debido al conflicto bélico la Argentina no podía exportar a Europa su producción
agrícola y se habían acumulado varias
cosechas de maíz sin vender. Había falta de insumos importados de
todo tipo. Una difícil situación para el país con la consiguiente repercusión en la vida social
y económica de toda
la población.
A pesar de esas penurias económicas la vida
continuaba. Así llegamos al viernes 22 de diciembre de 1944. Para la
gente de Santa Isabel no fue un día más. Al mediodía de esa calurosa
jornada de verano un hecho inesperado conmocionó el pueblo. En
el sorteo del Gordo de Navidad de la
Lotería Nacional realizado en la Capital Federal (se transmitía por radio) había salido con el primer premio el número 11.880. Los
diez décimos correspondientes a la Lotería de Santa Fe -que jugaba junto con la Nacional- fueron vendidos por la Agencia de Lotería de
Santiago Lorenzatti, ubicada en la esquina
de General López y Sarmiento.
Resultaron varias las personas del pueblo que gracias a un golpe de suerte, el número
11.880 les cambió la vida. Entre los favorecidos estaban
José Costas, el médico Alfredo Horsman, Juan Benso, Emilio Fontana, los dueños del Hotel Central: Aurelio y Dafara, quienes le habían dado participación en el billete a Felice y a Negri. Otros
ganadores fueron dos productores agropecuarios: Millet y
Juan Paganini y también un almacenero español al que algunos lo llamaban “Yesca”, que tenía su negocio ubicado "atrás de la vía".
La
noticia corrió como reguero de pólvora por la zona y en el pueblo había comentarios de todo tipo, desde
aquéllos que decían que habían tenido el
billete en sus manos y lo cambiaron por otro número hasta los que vieron el billete colgado en la
vidriera y no pudieron adquirirlo porque no tenían plata en ese momento. Abundaban muchas
anécdotas y por supuesto aparecían las especulaciones acerca de
qué harían los nuevos ricos
con tanto dinero.
Entre
las anécdotas había una muy llamativa. El día del sorteo del Gordo de Navidad el agenciero Lorenzatti
estaba preocupado porque se acercaba el mediodía y aún tenía sin vender varios billetes incluido dos décimos del 11.880. A fin de colocarlos se dirigió a la casa de los hermanos Rossi
ubicada en la esquina de 25 de Mayo y General López. Allí les ofreció dos billetes con el número 11.880 a los dueños de casa y luego del consabido
parloteo logró convencer a uno de
ellos y se los dejó. Lorenzatti tomó el camino del retorno y cuando había hecho una cuadra por General
López sorpresivamente se acercó
corriendo uno de los Rossi para
decirle que sus hermanos no querían ese número porque no
les gustaba y pidió que se lo cambiara por otro billete. El agenciero hizo el
cambio y se dirigió directamente
al consultorio del Dr. Alfredo Horsman,
que alquilaba la casa ubicada en General López 1323. El médico le dijo que no
quería comprarlos pues no tenía dinero. Por la
inminencia del comienzo del
sorteo y antes de quedarse con lo que consideraba "un clavo", Lorenzatti muy desesperado le puso los dos décimos del
número 11.880 doblados en el bolsillito de arriba del saco y le dijo: "Doctor, después me los paga". Cosas del
destino.
Las
malas lenguas dicen que los hermanos Rossi estuvieron tres días seguidos con hielo en la
cabeza. No es para menos. El azar les jugó una mala pasada.
Algunos
vecinos recuerdan que la esposa de Juan Benso,
al enterarse por boca de un joven que llegó corriendo a su
domicilio y muy agitado le
informó que había ganado la Grande, con una alegría incontenible, espontáneamente salió presurosa de su casa y comenzó a correr por las calles
del pueblo gritando ¡¡¡sooomos riiiicoos¡¡¡. Dicen que al joven
que le trajo la buena nueva luego le regalaron un traje a medida. Benso
explotaba la cancha de pelota a paleta ubicada en Belgrano y Francia y
allí vivía con su familia. Después la explotación de la cancha pasó a manos de Valentín "Valengo"” Romero (jugador de Juventud
Unida).
¿Y
qué destino le dieron los
afortunados ganadores al dinero? Por
ejemplo, don José Costas compró más de
cien hectáreas de campo pertenecientes a Victorio Dedominici. La chacra estaba
ubicada cercana al pueblo, en el sector oeste. Por su parte Juan Benso
adquirió un camión de transporte y una vivienda. Más adelante formó parte
de una sociedad propietaria del
"Frigorífico Santa Isabel". Juan Paganini se convirtió en empresario y años después se asoció con Abelino De Dios de Villa
Cañás y con Francisco Farrando. La
sociedad adquirió a Angel Ferro las
instalaciones del antiguo molino harinero de la
calle General López y Rivadavia.
Cabe
aclarar que en aquella época no
existía en el país el cúmulo y la
diversidad de juegos de azar como ocurre
en la actualidad. Por lo tanto el sorteo
del Gordo de Navidad era muy esperado
por la población en todo el territorio argentino y creaba una enorme expectativa en la
gente que aguardaba ansiosa el sorteo, con la
esperanza de "salir de pobres", como decían algunos.
* *