domingo, 17 de marzo de 2013

José Vargas.

Publicado en "Acercar a la Gente" Nº 65 del 22/02/2006 
 
 Su vida y el "Hotel Central" de antaño.
 
  Nació en Tostado, provincia de Santa Fe, donde vivió hasta los 11 años cuando tras el fallecimiento de su madre, su padre lo dejó a cargo de unos tíos en Fray Luis Beltrán para irse a trabajar a Buenos Aires. Allí iba a la escuela y trabajaba en el reparto de carne hasta que, un año después, se fue a vivir a Rosario, a trabajar de canillita para un kiosquero conocido de su padre.
 Relata que estuvo unos 16 meses pasando una vida difícil. "Vivía en una casa con el dueño del kiosco y otro muchacho, pero no tenía cama, dormía en un sillón; yo quería salir de Rosario porque no me gustaba, era sacrificado, comía de vez en cuando, mi almuerzo era un remo, leche con chocolate..."
 Durante los '80 conocimos a José Vargas por sus programas radiales de música y lectura. Pero no era nuevo en la localidad, porque varios años antes había estado viviendo mucho tiempo en Santa Isabel.
Los invitamos a compartir una nueva historia de vida que, como es costumbre en este espacio, las vivencias se mezclan con las historias de nuestra localidad.

 ¿ Como llega a Santa Isabel?
=Estando en Rosario un día un hombre, al que siempre le llevaba el diario, me ofreció ir a otro lugar. "Cuando yo viaje te aviso”, me dijo, y al poco tiempo me habló de un hotel en Santa Isabel donde necesitaban gente para trabajar en la cocina. Así que acepté la oferta y me vine en el colectivo de un tal Ventura, que era de Cañás. Yo tenía 12 años, eso sería en 1931.
 ¿Quienes eran los dueños del hotel?
=Eran Aurelio, un rumano, cocinero profesional, y Dafara, italiano, que puso la plata para el negocio cuando en Buenos Aires se asociaron para instalar un hotel en el interior.
 ¿Como fue su trabajo allí?
=Habré trabajado dos o tres días en la cocina porque Aurelio me puso a hacer los mandados y otras cosas. A él le gustaba el jardín, las flores, todo lo que sea naturaleza, mientras que el italiano no quería saber nada de todo eso. Así que yo era el encargado, por ejemplo, de comprarle en lo de Pietrobón las plantas, en un vivero que había en el chalet donde ahora está la escuela Nº 214. Debido a eso yo podía dormir un poco más, pero me fue enseñando a ser mozo, que fue el trabajo que más hice.
El hotel estaba en la esquina de Santa Fe y Sarmiento, en lo que después fue Alianak y Gioni, y ahora es "La Fachada". Pero esta gente hizo construir el Hotel Central, de Santa Fe y San Martín que terminaron en 1936, más o menos. Un hotel lindo pero que tenía la dificultad de no tener baños individuales, por eso a veces la gente retaceaba quedarse, aunque empezó a trabajar muchísimo. Venían muchos a almorzar o cenar, la mayoría viajantes. En aquel entonces en el campo se hacían chorizos, longanizas, todo tipo de fiambres, salamines a la grasa, jamones... A todo eso les hacían una muy buena presentación y la gente, especialmente los que venían de Buenos Aires, se volvían locos.
Yo salía muy poco porque siempre estaba trabajando; muchas veces, cuando ya eran las 11 de la noche, llegaba algún cliente retrasado y se quedaba hasta la una de la mañana, y lo tenía que atender. Después tuve más tiempo para salir, que fue cuando conocí a mi esposa Amelia.
 ¿Cuando dejó de trabajar en el Hotel Central?
=Pasó que Aurelio, el que sabía cómo manejar el hotel, se murió. Dafara, junto a una hermana de unos 60 años, decidió seguir y empezó a traer cocineros de Rosario, pero para el cliente ya no era como antes, porque estos no ponían las ganas que sí ponía Aurelio, además de hacer un gasto mayor. Así, la clientela fue mermando hasta que el italiano decidió vender, aunque no lo hizo enseguida.
En ese tiempo mi padre me ofreció un trabajo en el norte de Santa Fe, en un desmonte de Santa Margarita, departamento 9 de Julio. Trabajé en el hotel de ese lugar dos años. A las 10 de la noche ya no había luz, eran unas dos manzanas donde estaba todo el comercio y después, alrededor, gente muy pobre. Ahí todavía estaban compañías que se manejaban como La Forestal, a la gente le pagaba con vales... Se iban a trabajar cuando todavía estaba oscuro y volvían de noche. Y cuando había baile se gastaban lo poco que habían ganado. Todo era una gran pobreza.
Después, durante unos seis meses, hice el mismo trabajo en Tostado, pero me volví al Hotel Central de Santa Isabel; tenía 22 años.
 ¿Cómo estaban las cosas por el hotel?
=No andaban bien, la gente muchas veces protestaba por la comida, y un día Dafara me dijo, “mirá José, de ahora en adelante al que te proteste decile que se vaya". Es que muchos protestaban por cualquier cosa, y había un tipo que me tenía mal; siempre venía tarde y me prepoteaba; así que una noche le dije al dueño, y entonces fue y lo echó.
Cuando tenía 24 años, con mi mujer decidimos casarnos, hasta ese tiempo yo había vivido en el hotel. Un día recibí la carta de un primo mío, que era sub jefe de armería en el Batallón de Arsenales en Fray Luis Beltrán, diciéndome que había un trabajo para mí con un buen sueldo, por eso dejé definitivamente el hotel y nos fuimos a vivir allá. Unos años después, en 1948, el Hotel Central pasó a manos de Basignani.
 ¿Qué me puede decir del nuevo trabajo? 
=Cuando fui había una orden de no tomar más personal. Me quedé sin trabajo, así que pasé a ser pintor de casas como empleado, lo que seguí haciendo aún cuando finalmente entré, pero reparando armamento, con un sueldo bastante bajo. También trabajaba en una fábrica de azul para blanquear ropa que había puesto mi primo, pero que se fundió.
Después de unos 6 años me pasaron al taller de galvanoplastía. Ese era un trabajo diferente, trabajaba 6 horas por ser insalubre. Ponía las piezas de metal, de armas o de vehículos, en los baños de niquelado, bronceado, cromado, etc. También hacía el empavonado, eran trabajos con varios pasos hasta lograr lo que se buscaba, y que me gustaba porque me permitía escuchar música con tranquilidad. En 1979 me jubilé y volvimos a Santa Isabel.
 Siempre le gustó la música...
=La música y la lectura. A pesar de haber llegado hasta 5º grado, la lectura me permitió adquirir conocimientos. Cuando uno lee, se concentra, siente y asimila. Así viaja por todo el mundo.
 Ahora, además se ha volcado a la religión...
=Después de la muerte de mi esposa decidí vivir solo, pero no me sentía bien. Por eso una amiga me acercó a la religión que me cambió la vida para bien, soy otra persona.
 ¿Cómo ve a los jóvenes?
=A veces la juventud está apagada. Acá hay algunos jóvenes que hacen algo, pero la juventud debería ayudar más a la gente pobre, no solamente con plata, ¿qué hacemos con que usted me de hoy de comer si mañana me ve en la calle y me ignora?. La gente necesita amor. En este momento, en que el pueblo está queriendo desprender, mejorar, los chicos deberían tratar de aprender oficios como carpintería, electricidad, etc. Eso es lo que falló en la Argentina, la falta de gente capacitada.
 
 

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