sábado, 2 de marzo de 2013

Amancio, un humilde obrero estibador

Publicado en "Acercar a la Gente" Nº 87 Nº 16/04/2008
  Este simpático y simple personaje, él mismo se denominaba un humilde obrero estibador, realmente así lo fue por mucho tiempo, luego se convirtió en taxista. Un día llego, no sabemos de donde y, otro día se fue,¿ a que destino?. Lo cierto es que pasó muchos años en nuestro medio, hombre trabajador, honesto, dueño de una singular notabilidad, que lo llevo a dejar infinidad de episodios dignos de rescatar, uno de los cuales trataremos de relatar.

 Como se menciona en el título, nuestro protagonista vivía humildemente, realizando estas nobles y pesadas tareas, ganando poco y trabajando mucho. Allá por los años 40 y tantos del siglo XX se comenzaron a organizar y a estructurar las asociaciones de trabajadores, los denominados "Sindicatos", de tal manera que en cada pueblo, grande o pequeño, se constituyeron estas agrupaciones que nuclearon a estos jornaleros, entidades que generalmente se denominaron "Sindicato de oficios varios". Sin embargo, la principal actividad era realizada en los depósitos de granos y galpones ferroviarios, donde se almacenaban las cuantiosas producciones de la zona, en esas épocas los cereales se manipuleaban casi exclusivamente en bolsas, las que debían estibarse convenientemente hasta que se produjera su transporte a industrias y puertos; las tareas eran rudas y constantes, fundamentalmente en tiempos de cosechas. No faltaban en esas ocasiones, entredichos y malentendidos entre los patrones y los obreros, por distintas interpretaciones de la formas de trabajo, pagos, horarios, etc., estos diferendos, a veces, terminaban en fuertes discusiones.

 Con el correr del tiempo, Amancio se fue metiendo en la conducción de la agrupación y también a participar en la política local, tales circunstancias lo llevaron a ser Secretario General del Sindicato, lo que le produjo un cambio substancial en sus tareas, ya no hombreó ni estivó tantas bolsas. Sus funciones consistían, fundamentalmente, en la administración y dirección del gremio, interpretar y hacer cumplir la legislación relacionada con sus labores, confeccionar los turnos de trabajo, llevar a cabo las relaciones públicas; cometido que le agradaba preferentemente. Son recordados sus discursos y comentarios, ya fueran referentes a las actividades que comandaba o a temas políticos. Tales obligaciones no eran del todo fáciles, había que actuar con cautela y buen tino, es decir: quedar bien con Dios y con el diablo, como dice el refranero popular. Era dificultoso dirigir y disciplinar a los muchachos, como sabía afirmar; siempre surgían problemitas que debía solucionar, en ocasiones lo hacia bien y en otras no tanto; pero su dúctil personalidad le permitía salir bien parado de enojosos incidentes.

 En esas épocas existía una importante empresa de ramos generales con acopio de cereales que era dirigida por el señor Justo, o Justito como se lo denominaba más asiduamente para diferenciarlo de su padre que se llamaba del mismo modo. También algunos lo conocían como el "Gallego" tal vez por su ascendencia de esa región Española. De esta figura; muy singular y discutida, muy compenetrada en política, lo que le valió muchos adeptos y otros tantos detractores, también su actuación comercial lo dotó de buenos clientes y amigos, pero le creó enemistades y adversidades muy notorias. Nos ocuparemos más adelante.

 El comerciante y el secretario gremial habían tenido fuertes discusiones, muchas por razones laborales y otras por diferencias políticas, algunos encontronazos casi terminaron en pelea abierta, pero Amancio, que sabía que el "Gallego" -como lo denominaba cuando a él se refería- generalmente andaba armado. Siempre guardó distancias, por la dudas; no era cuestión de arriesgar. Esa mañana hacia muchísimo calor, mes de diciembre, plena recolección del trigo; unos días antes la controversia había sido mayúscula, casi llegaron a las manos; de no haber sido por las previsiones de nuestro personaje, la cuestión hubiera terminado muy mal. Justo llegó a los galpones, donde se estibaba a todo ritmo, casi al mediodía, venía en mangas de camisa, lo que le hizo suponer a Amancio que no portaría arma alguna. De inmediato lo increpó duramente, con intención de llegar a mayores. Contaba nuestro héroe: ¡nunca supe de donde la sacó pero al momento tenía la 45 apuntándome entre ojo y ojo. "¡Pará muchacho!" gritó el Gallego, "esta no es forma de arreglar nuestras diferencias, esta tarde a las 5 te espero en mi oficina y ahí; como dos verdaderos seres humanos discutiremos la situación ¡no me falles Amancio!"

 A las 5 de la tarde en punto Amancio llegó a la cita, vestía traje y corbata, zapatos bien lustrados y se tocaba con un flamante sombrero negro, la ocasión así lo requería, no era cuestión de no hacerse notar. No sólo se sentía importante, había que demostrarlo también. Al momento se hizo anunciar, para lo cual se dirigió al señor Macera, empleado de confianza de Justito. Este así lo hizo, de inmediato volvió comunicándole que el señor Justo lo esperaba, pero que antes de entrar le dejara a él lo que portaba en la cintura, ahí no sería necesario. Pensó el humilde obrero estibador: "este Gallego es medio adivino, ¿cómo supo que yo estaba calzao?; en fin, tuve que entregarle al empleado el morocho" - así denominaba a su Colt 38- ¡Siempre lo recordaba!

- Tomá asiento, ponete cómodo Amancio, debemos discutir nuestras diferencias como personas educadas. Vos defendés tus ideas y yo los mías, tú los intereses de tu gremio y yo los de mi empresa. No es lo mejor tomarse a los golpes. Podemos discrepar y diferenciarnos, pero nunca ser enemigos, a lo sumo adversarios circunstanciales, ¿no te parece muchacho...? -dijo el Gallego.
- Tiene usted razón, pero ocurre que a veces me ofusco de más, también tenga en cuenta, que ante mi gente no puedo quedar como un flojo, en ocasiones debo hacer la pata ancha, de no, van a dejar de respetarme. ¿Comprende don Justo?, si esto ocurre, en cualquier momento me echan a patadas!
- Entiendo tu punto de vista... pero no debes sobrepasarte, tratemos que nuestras relaciones sean mas amables, mas cordiales. Vos ante tus muchachos actúa con firmeza, que por mi parte aflojaré algo, pero eso sí, cuando tengamos diferendos importantes, lo trataremos como lo estamos haciendo en este momento. ¿Estamos de acuerdo Amancio?
- Estamos don Justo!

 Ya distendidos y con buen ánimo, la entrevista se prolongó por largo rato, abordaron otros temas, algunos chismes y sucedidos y, como no podía faltar, temas políticos, ambos pertenecían a ideologías totalmente opuestas, no obstante cambiaron opiniones muy complacientes. El que llevo la mejor parte, en estos aspectos, fue don Justo, era un hombre avezado en estas cuestiones y poseía una cultura algo mejor que su interlocutor.

 Y así concluyó esa reunión, los dos actores se comprometieron a cambiar de actitudes, fueron simples expresiones de deseos, las rencillas y divergencias continuaron, pero con otros enfoques, ya no se trataron como enemigos, pasaron a la categoría de simples antagonistas, por lo menos habían logrado un meritorio avance, si ese ejemplo se observara más a menudo, cuánto mejorarían las relaciones humanas.

 Pasaron los años, Amancio, como lo dijimos al comienzo, se convirtió en taxista. No mucho tiempo después del hecho relatado, por unas relaciones y contactos de tipo político, consiguió que le asignarán -vendieran, en realidad no se lo regalaron- un automóvil Mercedes Benz Diesel del año l953 ó l954. Vehículos que habían sido importados por el gobierno de entonces para ser utilizados únicamente como taxímetros. Muchos años trabajó con él hasta que un buen día se marchó con auto y todo. Justo decidió cerrar el comercio de Ramos Generales, también lo hizo de improviso y sin dar ninguna explicación, como tampoco dio a conocer los motivos que lo llevaron a quitarse la vida. Se pegó un tiro con la misma 45 que le había puesto a Amancio, entre ceja y ceja, unos años antes.

C.O.S.


Otras notas de C.O.S.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tus palabras siempre son bienvenidas. Gracias por comentar.