lunes, 4 de marzo de 2013

Alguien lo tiene que hacer.

Publicado en "Acercar a la Gente" N° 34 del 27/02/2002 
 Charla con Adrián País, jefe de Bomberos de Santa Isabel y propietario de la única empresa de sepelios. Recuerdos e historias de una persona acostumbrada a tratar con el drama de la muerte. 
 Habitante de Santa Isabel desde su nacimiento y católico al punto de pensar seriamente en ser sacerdote, Adrián País se ha convertido, con el correr de los años, en la persona infaltable en los momentos de angustia. Su presencia suele remitirnos al desasosiego pero también a la voluntad de servicio, a “trabajos” al que pocos se le animan pero que alguien tiene que hacer. Sus ocupaciones se lo imponen: es Jefe del cuerpo de Bomberos Voluntarios de Santa Isabel y también propietario de la única empresa de sepelios de la localidad. 
Dos actividades que tratan con el drama de la muerte y que lo han hecho un hombre público.
 ¿Dónde adquiriste tu formación religiosa?
= Cuando terminé 7° grado, a los 12 o 13 años entré al Colegio de Los Hermanos (Sagrado Corazón) en Venado Tuerto. A esa edad eso te forma la cabeza. Se tenía la idea de que en las escuelas no había buena disciplina y como yo era rebelde, mi mamá pensó que el colegio de los curas me iba a cambiar. Lo acepté y gracias a Dios quedé muy satisfecho, no solo con lo que aprendí estudiando, sino por el ambiente en general, por los amigos que hice en un curso de chicos que eran de distintos lugares del país, eran vivencias distintas.
  Y decidiste hacerte cura...
=Fue en 2° año. El colegio es totalmente libre, un secundario privado con guía religiosa. Pero yo convivía mucho con los curas, estaba en la selección de fútbol del colegio… un ambiente que me fue llevando. Mi papá no quería eso para mi y ahí dejé la idea, también influyó el ambiente del fútbol, ya jugaba en Juventud, me entré a mezclar con los más grandes, empecé a jugar en primera.... Nunca estudié para cura, solo tuve la idea.
  Pero tuviste educación religiosa muy fuerte.
=Y si, todos la tuvimos. El año pasado cumplimos 25 años de la promoción y nos encontramos un gran porcentaje de compañeros y todos coincidimos, después de 25 años de distintas labores, en que el rector que tuvimos, Daniel Mujica, nos formó la cabeza, nos marcó. Él decía: “busquen siempre la verdad y la verdad los hará libre.”
El colegio nos preparó en instrucción y nos inculcó una vida ordenada. La palabra orden era prioritaria y a partir de ese orden la disciplina de vida. Yo estuve en el internado del colegio y ahí había horarios estrictos, había normas y reglas. Y cuando a los 12 años te marcan con normas y reglas que son estrictas ya te van marcando para la vida.
  ¿Esa formación tiene relación con tus labores de bombero o en la funeraria?
= Lo de la funeraria fue una circunstancia de la vida. Mi mamá trabajaba en la esquina de Alejandro Cucco, que tenía la funeraria. En ese tiempo yo trabajaba en el Banco Provincia y como tenía tiempo y él estaba enfermo me preguntó si quería ocuparme de la documentación. Acepté y a partir de ahí empezó el contacto con Cucco.
Eso fue en el '79 y en el '80 él falleció. La cochería había quedado algo desestabilizada, con muchas deudas y problemas. Angelita, la esposa de Cucco, estaba cansada por tantos años de trabajo, un poco enferma, las cosas no le habían ido bien y además se había instalado en Santa Isabel otra empresa que estaba haciendo muchos servicios. Acá se hacen unos 45 entierros por año y no pueden vivir dos empresas, por eso ella ya tenía intenciones de venderles la cochería. Pero por conversaciones entre mi mamá y Angelita, ésta me propone participar en este trabajo, y bueno, le dije que si. Quería tener algo extra pero nunca hubiera imaginado esto. Por otra parte yo trabajaba en la oficina de “Freto” Angeleri, donde estaba Don Alfredo Caldera a quien le comenté la idea. Él me inculcó que me dedicara a esto: "Metete en ese trabajo que tenés un futuro” Y así fue, comencé con esto. ¿y con qué persona fallecida tuve que hacer mi primer servicio de sepelio?... con Don Alfredo Caldera, fue el 12 de abril de 1981. No quería ir. Mi mamá me dijo "Te tomaste un compromiso, tenés que hacerlo"
  Tal vez, sin saberlo, tenías una predisposición para eso.
=Puede ser. Porque al principio fue como una vocación. Y a partir de ahí lo tomé con una gran responsabilidad. Durante muchos años trabajamos para tratar de levantar a la cochería, sin ver ganancias de ningún tipo, porque había quedado realmente mal.
  Tu primer servicio no fue nada agradable.
= No, para nada. Yo nunca tomé a este trabajo como algo agradable. Es una gran responsabilidad, soy el responsable de que las cosas salgan bien, porque cuando alguien me viene a buscar para un servicio yo lo tomo como que todo está bajo mi responsabilidad. Es muy sagrado el cuerpo de un fallecido, hay que tener mucho respeto, mucho cuidado con su tratamiento, sea joven, de mediana edad o anciano. Los que hacemos este trabajo tratamos de que no nos sea un esfuerzo el trato con un cuerpo sagrado que está bajo nuestra responsabilidad hasta que se le da sepultura.
  Pero esto es un negocio y en otros lugares tal vez haya otro trato.
=Conozco empresas de todo tipo. Si los empleados de las empresas grandes están instruidos por propietarios de empresas de familia, suelen tener este tipo de preparación. Si son sociedades, con directorios y demás, puede que haya un grado de frialdad mucho más grande. Es un negocio y, lógicamente, mi familia y yo vivimos de esto. El asunto es como se toma el negocio, ¿no?
  Y al que no siempre se lo ve con simpatía.
=Seguro. Por el momento que le toca vivir.
  ¿Eras conciente de esto?
=No, en absoluto. Y sabés porqué, porque en un momento de dolor, hablar de economía en la década del '80 era una cosa y hablar de como hay que pagar un entierro en la actualidad es otra, porque aparte del momento de dolor por el familiar desaparecido a veces nos encontramos conque no hay con que pagar el entierro. En mi caso, el que viene a contratar el servicio se encuentra con alguien que le está buscando la forma de como puede llegar a cubrir ese entierro y a veces a tratar de instruirlo para que no produzca gastos que después no puede costear, aunque se pueda interpretar mal.
Todos, yo también, tuvimos que acomodar la cabeza a las circunstancias. A los que comenzábamos en este trabajo nos formaban con la idea de que había entierros de primera y entierros de segunda.
  ¿Cuáles eran las diferencias?
=Para los de primera había un fúnebre, para los de segunda otro, todo eso que hacía a la ceremonia y que se denominaba pompa fúnebre. Un entierro de primera era con cuatro caballos para el fúnebre, uno de segunda con dos. Y si había más de seis coronas se le ponía el coche portacoronas, entonces ya era de primera. El entierro con cofre también era un entierro de primera. Carlitos Lorenzatti, que fue el hombre que pasó por todas las cocherías de Santa Isabel, me traspasó estas informaciones. La primera fue de Zorzi. Estuvo también con Cucco y conmigo. Si bien no estaba en contacto con las personas fallecidas, porque no le gustaba, conocía todos los entretelones. Llegó junto a los caballos que cuidaba cuando su patrón los vendió a Zorzi para la cochería. Manejaba el portacoronas, lo llamaban el verdulero. Los caballos se usaron en los fúnebres, calculo, hasta el año 1968, cuando Cucco compró los Kaiser Carabela, unos autos negros y largos.
  ¿Cambiaron las costumbres en los velorios?
= Si, totalmente. Ha cambiado la cultura, para bien diría yo.
  Son un poco más prácticos.
= Si, por ejemplo desapareció el tema del luto. Ningún extremo es bueno, antes estaban un año de luto, pero tampoco lo de ahora es bueno. Podemos ser muy prácticos pero a veces no tenemos gente para las manijas del cajón, en la mayoría de los servicios no hay gente. Creo que se ha perdido la conciencia comunitaria por ese individualismo que vivimos ahora. Estamos muy enfrascados en nuestros problemas, agobiados y hasta adormecidos por las situaciones que se viven. Por eso se perdieron signos que tenían su valor, como el velatorio de 24 horas que se hacía en la casa de familia y con el que, en un gran porcentaje, todo el pueblo tenía compromisos. Todo debe tener sus causas, tal vez los medios de comunicación nos han quitado la posibilidad de reaccionar ante situaciones de esta naturaleza, como es la de participar del dolor. Así como se participa de las alegrías de los demás, también se debe participar del dolor.
  Como vivimos en un pueblo vos conoces a todos los que mueren y sus familiares. ¿Cómo actúa esto en tu persona?
=Soy un agradecido a la comunidad de Santa Isabel porque me ha contemplado todo tipo de errores que, como ser humano frágil y pecador, he cometido. Las personas que podemos estar cumpliendo roles como este, sin hacer una comparación burda, como un profesional médico, o sea, los que entramos en las familias en momentos difíciles, a veces tenemos que llevar una conducta, no digo intachable pero sí al menos respetable. Y la comunidad de Santa Isabel me ha apoyado totalmente. Yo siento que a veces he cometido errores y sin embargo la gente volvió y he sentido ese respeto y esa contemplación de faltas. He interpretado que a veces hay que tener en cuenta situaciones y lo que le pido a la gente es sinceridad. Falta alguien y se dice no tengo, no puedo; la Comuna ha participado de muchos servicios y poniendo un poco la Comuna y un poco nosotros, se hace.
  Pero la realidad es que tenés que trabajar con cuerpos de personas que has conocido y hasta compartido momentos de su vida.
=Seguro. Después de esas situaciones tengo días en que a lo mejor estoy irritable, tengo problemas de digestión, se me altera el sistema nervioso hasta que me vuelvo a estabilizar. Que me afecta, me afecta.
Ahora que van pasando los años, ya hace 22 que estoy en esto, si bien estoy acostumbrado a muchas cosas, me siento cada vez más afectado con el fallecimiento de los niños. Tal vez porque tengo chicos y voy avanzando en edad, o porque medito más sobre la situación. Realmente me cuesta más acomodar ese cuerpo, especialmente si ha sido por una muerte violenta o un accidente. Pero tengo la familia que me acompaña y lo que no hago yo lo hace otro.
  En los velatorios se pueden dar situaciones graciosas o de tensión. ¿Cuál es tu reacción?
=Desde que me llaman se me graba que tengo una responsabilidad que sacar adelante, bajo las connotaciones que tenga, entre ellas situaciones graciosas, dramáticas o violentas. Hay muchas situaciones, con problemas de familias o cuando hay muertes violentas, en las que quedan resabios, dolor hacia otras partes que no se resuelven en forma inmediata y donde hay que tener la sensibilidad como para lograr calmar a las personas y poder seguir con el ritual.
  ¿Cuántas personas has enterrado?
=Desde que estoy con la cochería llevo 1.123 personas sepultadas. Tal vez más, porque al principio trabajé como empleado.
  De tanto lidiar con los muertos y la muerte y teniendo en cuenta tu arraigada creencia religiosa, ¿has percibido en algún momento, alguna señal concreta, algo que te haya dado la certeza de tu creencia, de que la vida después de la muerte existe? 
=Es una pregunta muy puntual y muy importante. Lógicamente que por mi fe de católico creo que hay vida después de la muerte; o sea en la resurrección, aunque es un misterio porque nadie volvió para contarnos que es lo que pasa, es cuestión de fe.
Una cosa es el trato con la persona muerta y otra con la agonía. Yo he estado ante la agonía de varias personas, hasta en la de aquellos que estaba rescatando y he tenido casos que me han movido y estoy convencido de que después de esta vida hay otra. Extremadamente convencido.
  ¿Qué es lo que te convenció?
=La paz. La paz y hasta la alegría de quien está muriendo. La paz de muchos que, aún sabiendo que van a morir, la reciben de una manera difícil de describir y que se expresa en el rostro o en las últimas palabras; hasta en la fortaleza que le pueden transmitir a los que están a su alrededor en días u horas antes de fallecer.
Esto es lo que a mi me hace tener la seguridad, aparte de la fe, de la existencia de otra vida. Lo tangible es eso, la fortaleza de las personas que con fe y esperanza van en busca de ese paso tremendo y dramático que es la muerte. Las agonías dicen mucho más que el hecho consumado.
En una ocasión había fallecido ahogada una criatura de 5 años. Como en toda muerte violenta interviene la justicia y por eso vino un médico forense. Como yo lo conocía -un hombre grande, un forense de muchos años de trabajo- cuando quedamos a solas le dije “Doctor, ¿no le parece un sacrilegio hacerle una autopsia a un cuerpito de 5 años, que todos sabemos que ha fallecido accidentalmente?. Y me contestó: “Quedate tranquilo que yo por el rostro me doy cuenta si falleció ahogada ella solita o si la violentaron.” Y bueno, después que la miró me dijo: “¿No ves el rostro de paz que tiene esta criatura? ¿No vez que hasta una sonrisa se le esboza? Quedate tranquilo que la criatura ya está con Dios y no hace falta hacerle ninguna autopsia.”
  ¿Empezaste con Bomberos a partir de esta actividad?
=Si, exactamente. Era el tiempo en que estaba la ruta angosta, había accidentes de tránsito y no había bomberos, solo en Venado Tuerto y en Villa Cañás. Muchos heridos eran rescatados y trasladados por terceros, entonces yo empecé a acudir con la ambulancia de la cochería y, por los meses de abril y mayo del '82, se sucedieron varios accidentes de gravedad. Como pasaban los bomberos de Villa Cañás por dentro del pueblo la gente lo comentaba mucho, un día yo estaba en el taller de Marcelino Martínez y salió la conversación sobre el tema. Simón Montaner me dijo, “Que vergüenza que en Santa Isabel no tengamos un grupo que pueda acudir en este tipo de situaciones”. Y me apuntó a Nito Lombardi, que estaba muy interesado en crear una cosa como esta y también me nombró a Guillermo Benso. Yo hablé con Guillermo y juntos fuimos a ver a Nito, ese fue el inicio de los Bomberos y de una amistad muy profunda con Nito.
  ¿Como bombero, qué es lo que más te marcó?
=Hay muchas cosas. Las personas jóvenes, los niños, son los que más me estremecen. Lo que más tiempo me duró de poder purgar, de poder estabilizarme a una vida normal, fue un accidente en que murió un joven de la localidad y que para los bomberos tuvo connotaciones, porque cuando llegamos los cuerpos estaban atrapados en los vehículos incendiados. Siempre cuento lo que fue para esa dotación de 8 hombres que llegó sin agua, porque la autobomba salió primero, pero llegó después que nosotros que teníamos dos matafuegos. No solo no podíamos bajar el volumen del fuego sino que no podíamos hacer el trabajo para sacar a las personas de adentro. Yo era el único que sabía de antemano que estaban involucrados chicos de Santa Isabel. Todos quedamos muy mal y a partir de ahí empezamos a estudiar sicología en la emergencia. Eso fue lo que más nos costó superar, fue muy fuerte.
  En el cuartel de bomberos hay un cartel, de tono autoritario, que dice…
=“Cuando comienza el deber termina la amistad.” Lo copiamos de un cartel de Villa Cañás que ellos después borraron, tal vez porque interpretaron que no expresaba bien lo que se quería decir. Nosotros lo dejamos pero en la actualidad no es guía.
Creo que nadie que esté al frente de cualquier empresa o institución escapa al orden y la disciplina para llevarla adelante. Más aún en un servicio gratuito como el de bomberos en que se trabaja en situaciones donde la vida de las personas puede estar en riesgo. Ahí no nos cabe improvisación, ni desorden, ni desconcentración. Hace varios meses que no asistimos a un accidente de gravedad. Ese el enemigo que tenemos, explicado por psicólogos, la relajación. Pero lo que no nos va a provocar esa relajación es pertenecer a una institución donde hay orden y ese orden funciona todos los días, donde sabemos las funciones y las normas a cumplir. Convencidos además, de que un grupo de buenas voluntades no son suficientes para sacar adelante situaciones como esas. La columna vertebral es el orden y la disciplina, que no necesita del rostro rígido ni de utilizar ciertas terminologías.
  Pero que en algún momento lo han tenido.
=Si. Pero no te olvides que en nuestros inicios nos fuimos a instruir a otros cuarteles y venimos de una formación de años de militarización, en esa época estaban los mili-tares. Todo eso ya se ha relajado bastante.
  Ahora ya no se tratan de Usted...
=Entre los más jóvenes seguro que no, entre los más grandes a lo mejor puede ser…
Pero el 80% de los bomberos del país son de menos de 25 años, entonces todas esas cosas ni las aceptan ni las asimilan. Sí entienden que tienen que trabajar bajo normas y reglas.
  Como hombre público, ¿tenés conciencia de que tu vida está más expuesta que la de otros?
=La he comenzado a tener desde hace un tiempo, no se bien desde cuando. Yo no me daba cuenta de que podía se una persona pública, que puedo estar siendo observado.
De lo que también soy conciente es de que soy un hombre frágil que necesita, tal vez más que otras, meditar para poder ser mejor.
  Sin embargo das una imagen distinta. 
=Muchas veces mi esposa Tamara, que me observaba desde antes, me lo ha dicho “¿Por que no cambiás el rostro?, hasta tenés palidez en los entierros?” Es que bajo ningún punto de vista trato de imitar nada, no soy insensible. Asumo con tal responsabilidad el trabajo que no me permito errores.
  ¿Sufrís una transformación?
=Puede ser. Pero desde hace unos dos años ya está más metida mi esposa y mi hijo en el trabajo y la gente ya está viendo otras caras.
  ¿Esta actividad te permitió progresar?
=Por supuesto que si. Me doy cuenta de que tengo cierta capacidad para esto y trato, como todos, de superarme.


*

 
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tus palabras siempre son bienvenidas. Gracias por comentar.