miércoles, 22 de abril de 2020

Recuerdo a Valentín

Por "Lesburgue".

 Febrero de 2007.
 Recuerdo a Valentín.

Desde chicos compartimos la pasión por la pelota.
El vivía en la cancha y las tardes nos las pasábamos jugando el Vasco, Oscar, Norberto, Osvaldo y otros muchos que no recuerdo.
Estoy hablando aquí de las décadas del '50 y '60. En ese tiempo la pelota a paleta era muy popular, tal es así que había tres canchas en Santa Isabel y todas colmadas de jóvenes entusiastas por este deporte.
En esa época, nuestro ídolo era -y aún lo sigue siendo aunque ya no está- Milo, un extraordinario pelotari de Teodelina.
Era tal la pasión que semejante jugador despertaba en nosotros que, recuerdo, después de ver un partido
con Valentín en la cancha de Blanco, con Milo como protagonista, al terminar estos partidos, a última hora del día, volvímos a su casa para ir a la cancha a pelotear en la penumbra del atardecer.
Y ni les cuento lo que pasaba cuando la pelota pasaba por algún agujero del tejido sobre el frontón, porque al tener una buena pelota había que cuidarla. La pelota que salía sobre la calle Francia caía en el campo (en esa época) y nos pasábamos horas buscando entre la gramilla, tanteando con el pié, porque verla no se podía.
Siempre se destacó Valentín por su calidad como jugador y su temple para afrontar compromisos difíciles.
Su partido más extraordinario y que él recordaba siempre, fue en Sancti Spíritu, en un torneo en donde intervinieron parejas de Rosario, Rufino y Venado Tuerto; digamos lo mejor del sur santafesino año 1963.
Llegaron a la final la pareja de Santa Isabel, integrada por el Polaco, como delantero, y Valentín de zaguero, contra los locales. Y, como se estila en estos casos, las apuestas se redoblaron a favor de los locales.
De Santa Isabel habíamos acompañado el Ñato, que tomaba las apuestas a nuestro favor sin distinción de usura o desventaja, Norberto, menor de edad, y yo, en la colimba.
Cuando el aluvión de apuestas que tomaba lo superaron económicamente, el Ñato nos consultó si hacíamos una vaca para seguir apostando. Y dijimos que si, que podíamos respaldar.
Y empezó el partido.
Fue muy parejo hasta los dieciocho tantos, momentos en el que algo tremendo pasó; nos sacaron cuatro tantos seguidos. El partido era a veinticinco tantos y Norberto me preguntaba cómo ibamos a salir de ahí.
Y en ese momento apareció el temple y la calidad de jugador que tenía Valentín. La cancha zurda con dos tambores, el de la derecha normal, pero el de la izquierda apenas se distinguía; es decir que la pelota que pegara en él, era tanto seguro. Y este gran jugador, con su temple y coraje, jugando él de zaguero, metió cuatro tambores por zurda seguidos. Les igualó el partido y de ahí a ganarlo, fue solo un trámite más.
Este partido vivió en su memoria como el logro más grande de su carrera deportiva y al recordarlo hacía hincapié en las dificultades del momento. Se llenaba de orgullo al haber revertido una situación tan difícil y se reía cuando yo le contaba de mis problemas afuera de la cancha, con Norberto y las apuestas.
Este es mi humilde homenaje a aquel con quién compartí la pasión por la pelota.





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