domingo, 12 de noviembre de 2023

Los carnavales de antaño

Por Norberto Oscar Dall’Occhio

 En los corsos que  se desarrollaban en Santa Isabel  en los finales de la década de 1930 y principios de 1940 abundaba el juego con serpentinas y papel picado. Hay recuerdos de mucha gente sobre la abundancia  del uso  de esos  elementos compuestos de papel. En las calles, que eran de tierra, la gente que iba en adornadas carrozas o  que estaba sentadas en  los coches que desfilaban, generalmente descapotados, lanzaban serpentinas al público que estaba de pie al costado de la acera o ubicadas en adornados palcos que preparaban los vecinos. 

 Abundaba  un amable y delicado intercambio de serpentinas entre gente conocida. Ese entrecruzamiento de cintas suspendidas en el aire, con el agregado de las numerosas luces que iluminaban la calle, se convertía en un hermoso espectáculo mirándolo a la distancia. El juego con papel picado resultaba más directo y a menor distancia y generalmente se tiraba sobre el cabello. Durante el corso el juego era de tal magnitud que tanto las calles como las veredas quedaban alfombradas con el tono multicolor de las serpentinas y del papel picado. Al día  siguiente del corso los trabajadores contratados por la Comuna se veían obligados a utilizar horquillas y rastrillos para limpiar sos enormes colchones de papeles esparcidos en las calles, amontonarlos y finalmente quemarlos. Con respecto al papel picado también quedaban alfombradas las veredas. Los trabajadores las barrían, las recogían con una pala,  las colocaban en una carretilla, hacían una especie de parva y luego les prendían fuego. Los juegos con papel fueron disminuyendo a partir de la década de 1940 debido a la escasez de ese material con motivo de la Segunda Guerra Mundial.

 También debemos mencionar los juegos con agua, que en muchos casos resultaban peligrosos debido a los abusos de  algunas personas por la exageración o  por  violencia  con que los hacían. A fines de la década del '30 ocurrió un hecho censurable en el cual intervino la policía. En un corso que se desarrollaba en la calle Belgrano al 1100, entre Mitre y Sarmiento, el señor Otamendi tenía una carnicería y para festejar el carnaval se le ocurrió utilizar la manguera que usaba para limpiar y baldear su negocio, para lanzar agua a raudales contra  la gente que pasaba frente a su casa, en algunos casos “bañándola” totalmente. La reacción del público fue inmediata y el responsable terminó en la comisaría.  Durante el corso estaba prohibida la utilización de baldes o jeringas. Sólo se permitía el uso  de lanza perfumes o pomos. Cabe acotar que durante el día, en las tres jornadas de carnaval, chicos y  jóvenes  solían jugar con agua en las calles del pueblo y a veces lo hacían mediante la utilización de baldes, globos, jeringas, botellas o palanganas.

 Los corsos se iniciaban alrededor de las 21:00 y duraban hasta las 24:00. El comienzo y la culminación del corso se hacía mediante el lanzamiento de bombas de estruendo. A su término se iniciaba el Baile de Carnaval con la actuación de alguna orquesta de la zona, que tenía lugar generalmente en las instalaciones del  Prado Español o en la Sociedad Italiana y se extendía hasta las tres de la madrugada. 

 En  algunas ocasiones como cierre del carnaval se armaba un enorme muñeco con trapos, cartones, arpilleras y maderas, en homenaje al Rey Momo. El muñeco se quemaba y sólo quedaban cenizas. Era el símbolo de que el carnaval y la fiesta habían culminado, con la esperanza de que al año siguiente se repitieran los festejos y volvieran la alegría, los disfraces, la sonoridad y las luces de los corsos y los bailes.

Los corsos generalmente se realizaban en las calle Mitre, San Martín, General López  o Belgrano, con un trayecto de dos cuadras.En la parte intermedia del recorrido, en coincidencia  con el cruce de calles, se instalaba el palco oficial. Desde allí el locutor animaba esta fiesta de color, donde solían actuar poetas locales y músicos y cantantes del pueblo.

Entre los disfrazados abundaban los “caballitos”, confeccionados  con arpilleras que portaban un ancho rebenque del mismo material al que hacían sonar fuertemente contra el piso, lo que provocaba cierto temor en los niños.

 Los disfrazados utilizaban antifaz o caretas para ocultar su cara. Estaban controlados y registrados por la policía y podían concurrir al baile.

Generalmente, los corsos y los bailes se realizaban a beneficio del Hospital Miguel Rueda.

 En la década de 1940 y principios de 1950 también se destacaban los bailes de disfraz y Ffantasías organizados por el Club General Belgrano. Resultaba una reunión muy divertida, con distintos y llamativos disfraces, en la cual participaban los socios de la institución y sus familias.

A  principios  de la década de 1950 se habían suspendido los corsos por la falta de luz eléctrica en el pueblo. Frente a esta situación y como dato curioso, vale recordar que a mediados de la década del '50 la Heladería Miculán organizó por su cuenta un corso frente a su Bar y Heladería en la calle Belgrano, que estaba al lado de la iglesia y pertenecía a la Sociedad Española. Para ello utilizó un generador de energía de su propiedad iluminando con guirnaldas de luces una cuadra frente a la Plaza 9 de Julio. La iniciativa tuvo gran éxito y se prolongó por varias jornadas de carnaval. En 1956, normalizado el sistem  eléctrico, se reiniciaron  los corsos.

 

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