viernes, 17 de noviembre de 2023

Las viandas del Hotel Central, la fábrica de hielo y el sueño de la heladera propia

Por Norberto Oscar Dall´Occhio


El envío a domicilio de viandas portátiles era un hecho muy común en la década de 1940. Este servicio estaba a cargo del Hotel Central, cuyos dueños en esos momentos eran los señores Dafara y Aurelio.

El repartidor del Hotel, al mediodía llevaba el pedido del cliente en cacerolas enlozadas superpuestas en forma vertical sostenidas desde la base con un armazón de metal que terminaba con una manija. Algunas horas más tarde las pasaba a retirar.

En los días de mucho frío había familias que esperaban ansiosas esas exquisitas comidas bien calentitas, gracias a unas brasas encendidas colocadas en la base de la vianda. El menú habitual estaba conformado por ricas sopas, polenta con estofado, guiso de arroz y puchero criollo, entre los platos preparados por los excelentes cocineros del Hotel.

Por la calidad de las comidas elaboradas, era común en la zona que muchos viajantes de comercio que visitaban en coche los pueblos, a la hora de comer, se trasladaran a Santa Isabel para almorzar o cenar en el restaurante del Hotel Central.Tal era la fama bien ganada que supo conseguir este rincón isabelense.

El servicio de viandas duró hasta mediados de la década de 1940 pues un golpe de suerte les cambió la vida a Dafara y Aurelio. En diciembre de 1944 tuvieron la fortuna de poseer un décimo de la Lotería de la provincia de Sante Fe con el número 11.880, que correspondió al primer premio del sorteo del Gordo de Navidad y se convirtieron en nuevos ricos junto con otras personas de Santa Isabel que poseían los nueve billetes restantes, vendidos por la Agencia de Lotería de Santiago Lorenzatti, ubicada en la esquina de Sarmiento y General López.

Más adelante los afortunados, Dafara y Aurelio, vendieron el Hotel, se fueron del pueblo y tomaron otros rumbos.

En 1948 el Hotel fue comprado por la familia Bassignani.

Y ahora pasemos a otro tema. Justamente al lado del Hotel Central, en San Martín 1236, existía en aquel entonces en Santa Isabel una fábrica muy importante que tomaba gran impulso en la época estival. Se trataba de la fábrica de hielo de la familia Raimundi, a cargo de Santiago Raimundi, quien entre 1943 y 1947 fue presidente de la Comuna.

Muchos recuerdan esa época en la década de 1940, en la que prácticamente casi ninguna familia poseía heladera en su casa. Solamente se podían encontrar en algunos bares y carnicerías. Por lo tanto tener una heladera en casa era un lujo. Aparecieron algunas que funcionaban a kerosene, aunque eran casi una rareza. La novedad surgió en la década de 1950 con la aparición de la famosa Heladera Siam y entonces sí, algunos pudieron comprarla. Para muchos hogares fue un deseo que se convirtió en una realidad, a veces con mucho sacrificio familiar.

En Santa Isabel también surgieron ciertas inquietudes empresariales con la intención de fabricar localmente heladeras con la marca Santbel, según comentarios de la Revista Acercar a la Gente, ejemplar número 40 del año 2002.

Dentro de esta época de las décadas de 1940 y 1950 tenemos que agregar el gran problema surgido por la falta de electricidad en el pueblo a fines de 1949 y principios de 1950, situación que duró hasta 1955, que lógicamente afectó el uso de las heladeras existentes.

Esta situación generó una gran demanda de barras de hielo fabricadas en el pueblo o en localidades vecinas, destinadas a toda clase de eventos sociales como bailes, casamientos, banquetes, festejos y reuniones importantes en las cuales era habitual encontrar grandes fuentones de metal que contenían distintas bebidas, cubiertos con hielo trozado, tapados a veces con una arpillera mojada para mantener frescas las botellas.

En la fábrica de Raimundi, durante las fiestas de fin de año era común ver gente haciendo cola para comprar un cuarto (generalmente para uso familiar) o media barra de hielo, que había que romper con un martillo para obtener trozos más chicos.

La fábrica dejó de funcionar en la década de 1960, época en la que se extendió el uso de la heladera en la mayoría de los hogares y, felizmente, se logró concretar, en muchos casos con gran sacrificio como dijimos antes, un sueño familiar.


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